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lunes, 25 de febrero de 2013

La llueca que todo lo puede

El niño minero que llegase al Pozo Malacate desde aquel momento dejo la niñez para convertirse en la sombra de Faustino. Era el criado del dueño y señor de las explotaciones mineras de Benínar. El malagueño cada vez se está volviendo más señorico puesto que tenía a su vera el lazarillo que todo lo controla, que todo lo escucha y a su vez su madre y sus dos hermanos veneran al que le da de comer y por ello todos los comentarios que se escuchan en el pueblo llenan a oídos de Faustino.


La madre de Antoñico, siempre tiene la comida que le gusta al señor y alguno de sus hijos se la lleva a su hora allí donde se encuentre. La familia del que fuese el niño minero se convirtió en la familia que siempre tuvieron los señoricos andaluces que endiosaban a sus señores.
 
 
 
 
Antoñico asume la construcción y puesta en funcionamiento del molino que después sería conocido como el Molino de Andrés el Perejil. En cierta medida quien estará siempre a pie de obra para la construcción y después funcionamiento será su madre Dolores y sus dos hermanos, puesto que el dueño y señor no podía prescindir de su criado.
 
Ya Dolores había ejercido un trabajo en la sombra de preparar un cortijo cerca, en Peñarrodá para que se fuese a vivir allí Faustino con su amante, ya que en Benínar las habladurías y el vivir en pecado mortal (ni se habían casado ni estaba previsto) para aquella pareja se había convertido en una atmósfera insoportable. A pesar del genio y figura de Dolores, ella con sus hijos eran un ejército que tenían siempre la de perder para defender los tejemanejes del señorico, ante aquella población que todo era baremado y puesto en primer lugar en base a lo ideal: El pecado.
 
La frenillo en Peñarroda, Faustino va y viene todos los días a la explotación minera a caballo que le gusta cambiar de animal según se le antoja, ya Dolores la Perejila se encuentra más libre para dedicar la mayor parte de su tiempo a la construcción de casa y molino.
 
El de la cantera de piedras del Barranco Baena, antes de comenzar a la extracción de las dos ruedas, va hablar con Faustino:
     La Perejila es la que está moviendo todos los hilos para lo del molino. Se siente dueña y señora. Como si ella pusiese los reales.
El dueño y señor, le mira de arriba abajo y le contesta:
      ¿La construcción va por buen camino? Si funciona, déjala. Palante.
 
No son fáciles los tiempos y Dolores tiene que enfrentarse ante una serie de leyes sociales, unas impuestas por la iglesia y otras no escritas impuestas por la sociedad cerrada a cal y canto a la mujer. Las féminas a su vez formaban un grupo mucho más sólido ante todos los acontecimientos, ante determinadas posturas. Las benineras siempre demostraron tener más agallas y muchísimo más tesón e inteligencia sobre todo el grupo de las casadas que sus compañeros los hombres. Esto llega hasta los hijos de mi generación que para identificarnos a casi todos, pronuncian nuestro nombre y a continuación: Hijo de la madre coraje correspondiente.
 
Dolores va a empezar a montar una empresa, adquirir el conocimiento de dicha tecnología y por supuesto la comercialización y venta del producto, del molino de harina.
 
Francisco R. Maldonado Ruiz.

 

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