Pan con vino y azucar |
Nos lo decían, porque a los pequeños siempre nos encantaron las cosas dulces, sabrosas, o de sabores especiales.
Cuando el adjetivo “garlocho” iba dirigido a algún mayor, el tono empleado era distinto… como en plan despectivo; y si encima se le añadía el de “picón”, indicaba que esa persona era muy “delicao-á” y no tenía “buena boca”; por consiguiente: casi siempre “enclenque”, cosa que en aquellos tiempos era mal asunto… pues sería un gran impedimento a la hora de “destripar terrones”; cargar con haces de leña; echar todos los jornales habidos y por haber, y así, poder fundar su propio hogar y sacar adelante a la familia.
Arróz con leche |
Eran muy lógicos todos estos razonamientos para la "continuidad de la especie"; por eso, nuestros progenitores, abuelos y hermanos mayores, hacían lo imposible para que a los pequeños no nos faltara un plato de comida en la mesa, y cuando se podía, esas garlocherias que nos endulzaban la vida, y a la vez nos hacían fuertes para el día de mañana (las caries todavía no se tenían en cuenta).
Talvinas |
Pero la llegada del chocolate a las tiendas, hizo que nuestras vidas fueran muy diferentes. Una onza de chocolate Tárrega, con aquel sabor tan exquisito ya era el “no va más”.
Si comprabas la tableta entera, siempre traía de regalo un cuento de Calleja, que mantenía el delicioso olor a cacao durante semanas, por más que pasase por las manos de todos los niños del barrio.
Otro gran, y dulce descubrimiento para nuestros paladares, fue la leche condensada Nogueroles, que encima del pan estaba deliciosa. Venía en unos vasos de cristal con dibujos de pingüinos y otros animales que se coleccionaban.
O la carne de membrillo que fabricaban en Puente Geníl y llegaba en unas latas muy apreciadas por las mujeres.
También en latas llegó el cola-cao, polvo maravilloso que convertía la leche de nuestras cabras en algo totalmente diferente para nuestros paladares infantiles.
Las gaseosas de naranja y limón, en unas botellas verdes que los Reinosa bajaban desde Ugíjar, y el aguanieve de fresa o avellana, refrescaban nuestros paladares en los días de S. Roque, mientras los mayores escogían en las “arquillas de turrón” entre el surtido de calabazas, bizcochos, yemas y garbanzos tostados, para mandar a los familiares de Barcelona; ellos a su vez, nos enviaban por la Pascua otras clases de riquísimos turrones…nunca vistos hasta entonces, en Benínar.
Juan Gutiérrez, febrero 2013
Lo que me ha llegado a la cabeza son los pellejos llenos de vino que por supuesto también los traían a mi casa cuanto teníamos una taberna los Reinosos de Ugíjar. Los mismos a los que se enfrentó Don Quijote.
ResponderEliminarLos porrones y las botas, pero sobre todo las botellas de anís.
¿Quien de nosotros que ahora somos mayores, imitamos a todos aquellos que antes de irse al campo, llegaban a la taberna para tomarse una copita de anís o de coñaz?.
Yo, para no caer en la tentación no las compro.
Veo que te ha inspirado los dulces, aunque no sea Navidad.
ResponderEliminarUna vez más, enriqueces el diccionario de Benínar, esta vez, con palabras que desconocía: garlocho-cha, garlocherías, ni existen en la RAE. Posiblemente, los académicos tomen nota si las ven publicadas.
Tengo mis dudas si el chocolate Tárrega es el mismo que probé una vez y parecía que masticabas arena, prefería la marca El Gorriaga con leche.
Paco, el alcohol con moderación no es malo, aunque lo mejor e incluso saludable, es el vino tinto.
ResponderEliminarSi que recuerdo los pellejos de vino que llegaban a Benínar...También había un señor llamado Antonio Gutiérrez, que bajaba de Murtas con pellejos de vino y compraba los quesos a mi madre. De paso, dejaba una "damajuanilla" de vino en mi casa. Llegué a conocerlo, pero por entonces mi madre ya había vendido el "ganao".
Primo Pepe: Tu siempre recopilando palabras-os-ejas que se utilizaban en Benínar. Garlocho, picón, regalón, regalarse el hocico y tantas...
Creo que el chocolate Tárrega, era el que parecía tierra al principio, pero era lo que había, y estaba muy rico. Después mejoró bastante, aunque la marca Elgorriaga siempre ha sido muy buena.
El chocolate con leche lo probé aquí en Cataluña por primera vez, cuando tenía seis años.
Como decía el Llano, aquí en Ctaluña siempre ha habido muchos "señoritingos". Tu, no lo digo por nada, te criaste aquí. Es lógico que encontraras tan malo aquel chocolate, porque aquí ya tenías el de leche.
Un abrazo para los dos.