Como sus reales le
costó, Faustino y la frenillo saltaban abrazados encima de la última lomilla de
launa la que impedía que corriese el
agua de la acequia de la vega. No ha sido fácil la excavación de la zanja. Los últimos que terminaron el trabajo fueron
un grupo de trabajadores traídos de Berja.
En la mediación de la
excavación corrió el bulo en el pueblo que, “aquella alteración de la
naturaleza traerían más demonios que ángeles”. Mal fario, y por ello a pesar de
cobrar su jornal no se encontraban benineros para tal trabajo. Los trabajadores
llegados de fuera no se marcharán del
pueblo hasta que estuviese construida la acequia, el molino, la almazara y la Molineta.
Como la financiación de dicho trabajo es por parte del extranjero, (persona
ajena a la población), los del lugar se preguntan: ¿Qué pretende?
Todos se preguntaban:
¿Para quién serían los bancales que les llegaría el agua de la acequia? ¿Para
quién sería el molino? ¿Para quién la almazara? ¿Cuántos reales le costaría a
cada uno del lugar todo aquello si llegan a comprar, ser propietarios? Toda la
gente del pueblo estaba convencida que todo aquello que pusiera en
funcionamiento el agua de la acequia sería para aquellos trabajadores que
habían excavado la zanja al haberse negado ellos. Nadie sabe nada de nada, y,
el fenómeno de no fiarse nadie de nadie, volvería a revolotear, mejor dicho: El
pueblo es ocupado por una densa niebla que no hay forma que se levante y lo
deje todo despejado.
En Benínar cuando se
expropiaron las tierras para la construcción del pantano dos siglos después,
vuelve a ser invadida por la misma niebla. Vuelve a repetirse el mismo fenómeno
cuando a los expropiados por la presa de Benínar, cada uno, se niega a decir la
valoración de su finca. Se les ofrece
casa y tierras en Santo Domingo, en el Poniente de Almería para la construcción
de invernaderos y tan solo cinco familias aceptan dicho ofrecimiento.
Estos dos fenómenos o
comportamientos de los benineros como grupo de gente pegada a su tierra, serán
analizados posteriormente con más profundidad.
Faustino no aceptaba la
resignación a la supervivencia en la que se encontraba la mayoría de la gente
del pueblo, cuando en aquella época Europa se estaba industrializando. En
cierta medida esta postura a seguir en lo conocido: la burra, la espuerta, la
azada y la hoz, repercute en el escaso número de trabajadores que acuden a la
explotación minera.
La comercialización de
la Alpujarra de Almería, con relación a la agricultura en primer lugar fue la
seda. En segundo lugar la barrilla. Le siguen los parrales. Por último de la
recogida de las alcaparras sale el poco dinero que necesitan los benineros para
compararse la mínima ropilla, la célebre maleta de cartón y el billete para ser
emigrantes.
Cuando Faustino llega
al pueblo, la mayoría de la población beninera se dedica a la agricultura y
ganadería y el poco dinero que consiguen es gracias al cultivo de un
determinado grupo de plantas para conseguir de ellas el carbonato sódico a partir
de la calcinación de dichos matojos. Es decir, vendiendo cenizas de donde se
obtenía la barrilla. Dicho producto era la materia prima para la fabricación
del vidrio, para la limpieza de la ropa, y sobre todo para la obtención del
jabón. Estas plantas son sembradas en los secanos del pueblo alternando los
cultivos del trigo y la cebada. Dichas plantas aún se pueden encontrar
visitando aquellas tierras que no fueron arrasadas por las máquinas en el
entorno de Benínar.
Paco R. Maldonado Ruiz.
Paco, estás en plena forma creativa. Ahora, además de disfrutar con tus artículos los seguidores de tu blog El Pabilos, se añaden los lectores asiduos de Plaza Beninar.
ResponderEliminarEnhorabuena!!
¿Que te pasa que apareces escasamente?.
ResponderEliminarLas opiniones de todos es fundamental para que esto continúe.
Ánimo.
Paco, once días estuve sin salir de casa (sin ordenador) y dejándome mimar; con un gripazo...
ResponderEliminarSaludos.