¿Qué incidencia tiene la familia canadiense en
Benínar? La mejor de todas. A los benineros se les permite, se les da la
oportunidad de demostrar que son capaces de ser acogedores. Que son capaces de
compartir todo lo que daban los huertos, los corrales, los gallineros. Ser
bondadosos. Que las habladurías, los chismes y comentarios negativos sobre una
determinada persona cuando se les contaban a Eugenia, aquella canadiense le
daba la vuelta como un calcetín y el calcetín mostraba sus mejores colores, los
originales. Eugenia logra poner en contacto unos hermanos que no se conocían,
unos en Francia y otros en Benínar por culpa de la guerra civil. En el pueblo
costaba trabajo aceptar que una misma persona hablase en francés y en ingles,
como ellos decían: “De forma natural”. Por no decir por arte de magia.
En la fuente de arriba al lado de su casa. Fotografía procedente de su libro.
Había un chico con bastantes limitaciones; ella da su
diagnóstico y ayuda al chaval y a su familia aceptar aquella situación con
naturalidad. Al dedicarse su marido al tema de la alimentación, Eugenia dedica
todo su tiempo a escribir y averiguar el cómo devolver a todos los del pueblo
tanto como los benineros les habían dado de forma espontánea y desinteresada.
Nadie como ella para acariciar mientras escuchaba a los ancianos, hombres y
mujeres del campo, rudos, criados y acostumbrados o educados al escasísimo
contacto humano. Escucharlos. Eugenia les decía que sus historias eran las
mejores que había escuchado y que eran interesantísimas. Cada cual con su
historia se pasaba por la casa de Eugenia y salían la mar de contento-a al ser
puntuada de aquella forma por una extranjera. Eugenia decía que hasta las
golondrinas le habían elegido a ella, al techo de su despacho para que
disfrutase del proceso de nacimiento de los golondrinillos. ¿Cómo devolver a
las golondrinas aquella elección, aquel regalo?. Los benineros se preguntaban:
¿Pero los nidos de golondrina son un regalo?
En una de sus visitas donde vivo en Algeciras, le
acompañaba una nieta que estaba realizando una tesis doctoral sobre aves en una
de las universidades canadienses. Aquella doctora tenía previsto estudiar el
comportamiento a unas determinadas aves que solo viven en la península en la
zona de la Serranía de Ronda. Eugenía con esa mirada pícara, me consideraba
cómplice (como nos sentimos los benineros cuando hablamos entre nosotros que
cuando pronunciamos una frase, y, a veces, no queremos decir precisamente lo
que literalmente está escrito) y a los cómplices cuando se habla de determinada
cuestión no es necesario recurrir a la historia que envuelve la frase. Me dice:
- ¿Yo el doctorado no la hice hace cuarenta años en Benínar
sobre las golondrinas?
Fotografía procedente de su libro.
Es tal la huella que dejó Benínar en toda la familia
Doucet, que en la actualidad, sin ir más lejos en el mes de noviembre pasado,
en el 2012, una de sus hijas con su marido (que traía un bolsillo lleno de
llaveros de su tierra, del ayuntamiento, etc., para intercambiarlos con los que
nuestra tierra debería tener) vuelve a visitar la zona una vez más. No sé
cuantas veces lo hizo, pero me atrevo a decir que muchas veces más que algunos
de los hijos de Benínar que se marcharon a Cataluña. Dos de sus hijos viven
desde que se jubilaron todo el invierno en España. Uno de sus hijos está casado
con una de Berja y trabajando en todo el Poniente de Almería. Para acabar; una
de sus nietas que trabaja en Quebec TV, (comparando como si fuese TVE) nos
visitó recientemente.
¿Cuántos canadienses, ingleses, franceses, alemanes,
acuden con frecuencia a La Alpujarra por lo descubierto y explicado por
Eugenia?. ¿El Ayuntamiento de Berja se encuentra enterado de lo sembrado por
Eugenia?. Sé, que son unos cuantos sin que los familiares y amigos de la
canadiense sepan, lo qué organismo oficial o local gasta puñados de euros con
el argumento de promover el turismo alpujarreño.
La última vez que vi a Eugenia Doucet fue en Facebook,
en una foto rodeada de: ¿Nueras?. ¿Hijas?. ¿Nietas?. ¿Biznietas?. Qué más da,
Eugenia siempre ha estado rodeada de los suyos. Es la única beninera que ha
llegado a esta edad manifestando que tiene todo lo que necesita. Hora que vive
en Canadá como cuando vivía en La Alpujarra le visitan sus once hijos y todos
sus descendientes.
Si el lector quiere disfrutar e interpretar una
sonrisa repleta, la que le ha costado noventa años aprender posturas para
mostrarla, la sonrisa que le arranca otra al que la contempla, mira su sonrisa,
la de Eugenia Doucet y verás donde se expresa la plenitud, de lo
ma-mejor-dermundo.
No está nada mal recordar de Gustavo Adolfo Bécquer:
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y, otra vez, con el ala a sus cristales
jugando llamarán;
pero aquéllas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no
volverán!
Francisco Maldonado Ruiz.
“Nada es verdad ni es mentira, según el espejo donde se mira”.
ResponderEliminarAcoger:
¿Cómo mide una persona de sesenta años o que paso ya hace tiempo de ellos ser acogedor o acogidos?. ¿Cómo lo mide un erasmus?.
¿Cómo la midieron todos los beniner@s que llegaron a Cataluña?.
¿Cómo valoran los benineros que viven en Cataluña y vuelven a su tierra?.
¿Cómo lo miden los que ahora nos siguen llegando desde el “tercer mundo”?.
Bondadosos:
Creo que es una de las virtudes que se nos dá cada vez menos oportunidad de disfrutarlas. Ni siendo nosotros los que aportamos ni le damos la oportunidad a los que nos rodean.
Los chismes y los cuentos:
Es tanta la información que en la actualidad nos llega. Es tan escasa las relaciones personales, que no es lo mismo vivir en una comunidad totalmente cerrada como era Benínar con quinientos habitantes.
Escuchar a las persona mayores. El contacto físico con ellos del abrazo, del beso, el cogerle las manos. ¡Tantas cosas!. En éste tema nuestra sociedad ha retrocedido unos cuantos pasos por no decir kilómetros. Los viejos siempre fueron útiles para aquella sociedad beninera. Analizar este tema, es otro tema.
“Nada es verdad ni es mentira, según el espejo donde se mira”.
ResponderEliminarAcoger
¿Cómo mide una persona de sesenta años o que paso ya hace tiempo de ellos ser acogedores o acogidos?. ¿Cómo lo mide un erasmus?.
¿Cómo la midieron todos los beniner@s que llegaron a Cataluña?.
¿Cómo valoran los benineros que viven en Cataluña y vuelven a su tierra?.
¿Cómo lo miden los que ahora nos siguen llegando desde el “tercer mundo”?.
Bondadosos
Creo que es una de las virtudes que se nos da cada vez menos oportunidad de disfrutarlas. Ni siendo nosotros los que aportamos ni le damos la oportunidad a los que nos rodean.
Los chismes y los cuentos.
Es tanta la información que en la actualidad nos llega. Es tan escasa las relaciones personales, que no es lo mismo vivir en una comunidad totalmente cerrada como era Benínar con quinientos habitantes.
Escuchar a las persona mayores. El contacto físico con ellos, del abrazo, del beso, el cogerle las manos. ¡Tantas cosas!. En éste tema nuestra sociedad ha retrocedido unos cuantos pasos por no decir kilómetros. Los viejos siempre fueron útiles para aquella sociedad beninera. Analizar este tema, es otro tema.