Eugenia llega a Benínar en el 1970, cuando aún la
tormenta no había destrozado la vega ni habían llegado los malvados seres del
pantano. Llega un momento en que empiezan las obras de la presa y Eugenia dice:
“No podíamos soportar que a nuestra vivienda llegasen piedras procedente de las
explosiones de los barrenos para la construcción de la presa y por eso nos
marchamos a vivir a Berja”.
En este escrito intentaré enfocarlo (tal y como me lo
han pedido), en la incidencia que tienen sobre los benineros, la convivencia
con una familia extranjera puesto que en toda la historia del pueblo aquel
experimento se empezaba por primera vez.
Eugenia Doucet
La llegada de una familia canadiense, que deciden
quedarse a vivir en un pueblo alpujarreño, con sus cuatro hijos menores. ¿Cuál
es la razón de elegir Benínar de todos los pueblos visitados? ¿Puede que fuesen
la cantidad de naranjas que estaban en el suelo en los naranjos de los
Fernández que a sus hijas les impactan en uno de sus viajes? ¿La vega? ¿Las
parras? ¿Los huertos? ¿Los frutales? ¿Puede que fuese la disponibilidad
ofrecida por la mujer del alcalde, Carmen, entrañable, que siempre fue seria y
totalmente desinteresada? ¿Sería aquel rosal en aquella terraza que tenía la
casa de Andrés el Regalado, con una alfombra de pétalos de rosas, en aquella
terraza de aquel rosal que ocupaba todo un parral? ¿Sería que Angélicas les
obliga a toda la familia a sentarse en el portalillo, les puso delante cestas
llenas de frutas?
Además aquella beninera era capaz de decir:”Hasta que no se
terminen, hasta que se agoten aquí no se levanta nadie”. ¿Sería que sus dos
hijas menores siempre que lo deseaban tenían burras a su disposición para
pasearse? ¿Sería que el padre, Aurelio tenía cestas y cestas llenas de todas
las frutas de los huertos de Benínar que podía convertirlas en mermeladas?
¿Sería que era en el único pueblo que la hija del alcalde, Maricarmen tocaba la
guitarra y las veladas eran tantas, cuantas fuesen necesarias y sin estar
controladas por el reloj?
Las veladas en aquel silencio, (controlado siempre
por el perro) en la puerta del alcalde, las voces, la guitarra, solo unos
cuantos las vivieron en vivo y en directo pero imposibles expresar las
sensaciones, jamás se pudieron describir con precisión. Allí se cantaba de todo
y en todos los idiomas. Fueron tantas las coincidencias que refleja este
escrito y no escritas, que lo cierto, es, que aquellos dos o tres años vividos
en Benínar van a marcar para siempre a los canadienses, tanto a los padres como
a los hijos, a unos cuantos benineros y a muchos más.
Cuando digo a muchos más, también me refiero a todos a
aquellos extranjeros que son invitados por la familia canadiense a visitar Benínar.
Gracias a las maravillas que Eugenia refleja en sus cartas. Llagan canadienses,
ingleses, franceses, etc. Visto desde ahora, en el 2013, si la familia
canadiense no la expulsaran los barrenos para la construcción de la presa, sin
duda hoy nuestro pueblo estaría lleno de extranjeros como hoy está Mijas, Coín
o Alhaurín. Eugenia y su familia lo hubiesen logrado ya que era corresponsal en
España de una revista (no recuerdo en estos momentos su nombre) que era editada
semanalmente en inglés y en francés, es decir llegaba a medio mundo.
Nada más llegar al pueblo, Eugenia no se desprende de
su diccionario, son muy pocas las palabras que dominaba y además se sumerge en
La Alpujarra, la España más aislada con un lenguaje peculiar con personas
mayores que posiblemente no habían viajado ni a su capital Almería. Cuando se
equivoca, no utiliza la palabra apropiada los benineros le corrigen con una
sonrisa y ella así lo entiende. No sabe como corresponder a tanta amabilidad, a
tantas donaciones de papas, aceite, garbanzos… todo lo de temporada; tantos,
que semanalmente tenía que llenar su coche y llevar lo que no podía consumir a
los amigos dejados en Aguadulce.
Aurelio no duda poner su coche a disposición de todos
aquellos benineros que con urgencia tenían que realizar un viaje a Berja o
cualquier otro lugar. Es cuando están empezando los invernaderos en la zona del
poniente y es cuando la familia de Eugenia se siente totalmente desbordada por
llevar siempre lleno el maletero del coche de todos aquellos géneros que
cosechaban los benineros...
Paco Máldonado Ruiz.
Alegría doble la que he tenido esta mañana, al encontrarme con Eugenia y con mi amigo Paco.
ResponderEliminarConocí a Eugenia y su familia, en Julio-agosto del 76, y aunque nos volvimos a ver en un par de ocasiones, no tuve tiempo de conocerla bien.
Por fín, el año pasado pude leer su libro vivencias en la Alpujarra y su entorno, que amablemente me prestó José Añez, en donde queda patente el cariño que sentía por nuestro pueblo y sus gentes.
Guardo con cariño, las palabras que a través de Paco nos dedicó a mi familia con motivo de la muerte de mi hermana Angélicas (como ella la llamaba).
Saludos.
¿ Podria ser esta revista? Canadian Literature 1959 Inglés y Literatura Francesa Trimestral Universidad de British Columbia
ResponderEliminarCanadian Literature 1959 Inglés y Literatura Francesa Trimestral Universidad de British Columbia
He revisado de nuevo el libro de E. Doucet por si nombraba a mi tío político, Juan López "de los Tomillos". Él fue quien les indicó al matrimonio de Eugénie y su marido, creo que fue en El Ejido, que tomaran el camino en dirección a Benínar. Pero ese detalle no lo menciona, posiblemente no le dio importancia o no se acuerda.
ResponderEliminarHe aquí la pregunta del millón:
¿Qué hubiese pasado si no hubiera habido expropiación y el pueblo continuase igual? La economía de todos sería mejor con el turismo o se han beneficiado con las indemnizaciones irregulares?
Supongo que habrá para todos los gustos… ¿o no?
Ni a Murtas, ni Turón, ni Darrical llegó una familia como los Doucet.
ResponderEliminarEugenia sabía vender el producto por el número de visitantes que logró que llegasen a nuestro pueblo en los años setenta.
Si las casas, se hubiesen alquilado o vendido (como ocurre en el pueblo de mi mujer Coin) a los que llegaban en aquellos tiempos Benínar sería distinta y la carretera para llegar a ella estaría de otra forma.
Las casas que tenía Benínar y la huerta que tenía ninguno de los pueblos cercanos ni las tenían ni las tienen.
En la actualidad y con anterioridad existe un turismo que reclama el poder sembrar, comer de lo que puede cosechar en sus huertos y eso lo ofrecía nuestro pueblo.
Hoy lo que se consume depende de quien lo esté vendiendo, como ocurrí en los años setenta. La familia Doucet, apuesta por el producto Alpujarra y compra una vivienda como no pudo ser en Benínar la compra en Berja.
Cuando Eugenia llega a Berja aglutina (por su manejo en idiomas entre otras cosas) a una serie de personajes que se reúnen con frecuencia que aparecerá en las siguientes narraciones.