Alrededor de los animales, giraban muchas diversiones y algunas obligaciones para los niños de mi época.
En algunas casas, era muy común tener una cabra para el suministro de leche. Naturalmente que el cuidado de las cabras, nos tocaba a los más pequeños y eso restaba tiempo para nuestros juegos.
Cada día, al salir de la escuela teníamos que coger la merienda…..y la cabra….
Procurábamos encontrarnos en la vega dos o más chiquillos, y así hacer más llevadero nuestro trabajo jugando, mientras manteníamos atados a los animales y de vuelta a casa, hacer carreras, montados en las cabras como si fueran caballos. Dada la corta edad, a veces, el animal te arrastraba mientras tú, tirabas de la cuerda.
Había que tener bastante cuidado, sobre todo con los injertos. Las cabras sienten debilidad por los brotes más tiernos y si se los comían, el crecimiento de la planta sufría un retraso considerable. El dueño del bancal, hablaba con tus padres.
Teníamos que hacer provisiones para los días de lluvia. Coger cestas de cabrahígos en verano y secarlos en los “terraos”. Hojas de parra, de higuera en otoño y ramas de olivo cuando la “poda”.
El nacimiento de un cabritíllo, además de proporcionarnos los deliciosos calostros, nos llenaba de alegría y juegos extra durante pocos días, pues pronto eran vendidos a pesar de nuestros “lloros” y los “graznidos” de su madre.
Los cachorros, siempre despiertan los instintos más tiernos.
Cuando en el corral había una “camá” de conejillos, nos volvíamos locos por cogerlos.
Nuestras madres, no nos dejaban, por si los “aburrian” las suyas.
Una vez, en el corral de mi casa nacieron trece “guarines”. Era fantástico verlos a todos “enganchados” a la madre.
Vivíamos con ilusión, esperando que salieran los pollillos, después de los veintiún días reglamentarios, desde que se puso “la yueca”. Era emocionante, cuando de uno en uno salían del cascarón y se ponían dentro del “cuartillo” o del “medio celemín”, envueltos en un trapo de lana. Nuestras madres, habían seleccionado cuidadosamente las fechas para tener carne en S. Roque u otros días señalados, como también cambiaban huevos de otras razas, según las quisieran para carne o ponedoras. Era frecuente escuchar : Cámbiame estos huevos, por dos de las del Prat, o de las “oregás”; o esto otro: Estos pollos estarán “tomateros” para S. Roque.
Los gatos, eran uno más de la familia; así como los perros, buenos vecinos como sus dueños.
Las sufridas y nobles burras, daban poco trabajo, a cambio del servicio que prestaban a todo el vecindario.
Déjame la burra que voy a hacer “carga” para llevarla a Berja. Vale, pero llévate esta cesta de pimientos y berenjenas y me la vendes.
Me dejas la burra? Tengo que ir a lavar al cortijo de Dña. Luisa, pues el río viene turbio y no hay chorros. Bueno, pero me traes un par de cántaros….
También se compartían las cargas de agua de la “cañarroa”.
Mulas y mulos, hacían los mismos trabajos y otros de mayor envergadura; como arar o trillar.
En verano, perseguir los pollos de perdíz y tener éxito era muy difícil. A parte comportaba el tener que cazar cigarrones y las ruidosas chicharras para alimentarlos.
Localizar nidos, era uno de los entretenimientos más divertidos y de los cuales se podía sacar provecho.
Desde la gran emoción que suponía encontrar por los montes un nido de perdíz, hasta el humilde nido de gorrión del alero de tu casa, había una escala con su valor, dependiendo de la especie.
Nidos de totovía en el suelo, en medio de las sementeras.
Los vistosos abejarucos, en algún terraplén.
La caña pastora, hacía siempre su nido en un balate y ponía los huevos color turquesa.
El maloliente nido de la abubilla, lo podíamos encontrar en los troncos viejos de olivo.
Las respetadas y admiradas golondrinas, en las cámaras y azoteas.
Muchos nidos de…. verderones, charlas, alcudones, chamarizos y en el secano, los sencillos nidos de las tórtolas, que le cogíamos los polluelos y los criábamos en casa.
Pero el número uno indiscutible de los nidos, era el de colorín. Se guardaba en el mayor secreto y cuando los pajarillos tenían el tiempo justo, se “encenachaban” en unas rudimentarias jaulas hechas con dos pencas de chumbera y cañas; mientras tanto, sus padres seguían alimentándolos y poco a poco se acercaban a casa, donde eran la admiración de todos.
En otoño, la llegada de otras especies de pájaros, nos animaba a poner los cepos.
Los cebos que usábamos eran: alúas, cortapicos , gusanos y lombrices.
Los bancales “tableaos”, sitio preferente para poner los cepos que clavábamos a tierra con una estaquilla y su cuerda, para que el ave no arrastrara el cepo hacia la hierba y se perdiera.
Puñados de cepos….. ristras de pajarillos, que fritos estaban deliciosos.
Otra manera que utilizaban los mayores para cazar pájaros era; encandilándolos de noche con linternas o “manchones”.
No era lo mismo, buscar alacranes y ciempiés debajo de las piedras que coger las inocentes ranas y renacuajos en el río.
Recuerdo haber visto una vez, un polluelo de gavilán y otros de mochuelo. No era frecuente encontrar esos nidos.
Y aquel zorrillo, que su dueño pretendió domesticar y cuando pensó que su instinto estaba aplacado, lo dejó en el corral y acabó con unas cuantas gallinas.
Aparte de los lobos de los cuentos, a los chiquillos, había unos cuantos animales que nos imponían respeto. Los “guarridos” de las zorras, ponían en alerta a los niños, a las madres y…. a las temblorosas gallinas en sus gallineros.
Particularmente vulnerables, los corrales en la periferia del pueblo.
Ante la gravedad que suponía quedarse sin gallinas, se hacían verdaderos ingenios para intentar cazar a las “alimañas”.
Recuerdo, una gallina atada con una cuerda y colgada de un almendro. Para que “cacarease”, desde una azotea se tiraba de la cuerda. Fue emocionante. La zorra parada debajo del almendro, pero las dos escopetas, no pudieron hacer mucho, pues la visibilidad era muy escasa.
En el corral de otro vecino, pude ver una “garduña” o un “gato clavo” que habían logrado matar pero no recuerdo el método.
Todo esto, lo recuerdo desde mis pocos años; seguro que me dejo mucho por contar…..
Juan Gutiérrez.
A mi sobrino Pedro, “amantísimo” de los animales.
Juan, con que cariños describes la relación que existia entre los animales los niños. Las niñas, como siempre, no nos dejaban hacer nada de eso. Nosotras jugabamos principalmente a las "casicas", a coser los "vestiicos" (como le denominábamos a la vestimenta de las muñecas),la rayuela o "pirris" o "tejo",a las cuatro esquinas, escondite...
ResponderEliminarCuando he leido tu escrito he llegado a la conclusión de que en Benínar era un sociedad extremadamente machista, (como en el resto de España en esa época).
Las madres educaban a las niñas para ser perfectas madres, perfectas amas de casa, perfectas esposas...
Si se te ocurria escaparte al rio, te podias preparar para la paliza que recibías.
¡Que aburrido era ser niña en esos años!. Nos perdimos todas las relaciones Hombre-Naturaleza.
Para no dejar tan triste este final, puedo decir que los juegos que haciamos las niñas en grupo los viviamos intensamente. Un vez recuerdo que recreamos cómo funcionaba el sistema de Correos: con papel y lápiz escribíamos nuestras cartas que las enviámos a su destinatario y volviamos con la respuesta, todo este trabajo tenía un valor económico, que pagabamos con monedas que nosotras haciamos con papel y un lápiz. El coche correo era una cuerda unida, un niña era el conductor y la de atrás el cobrador. Todo estaba tan organizado que parecia de verdad. Probablemente imitábamos a esa Alsina que traía las cartas y las noticias a un pueblo donde habia muy pocas novedades. La tarde terminaba bajando del Calvario a la carretera donde paraba la Alsina, el coche de verdad que traía las cartas de verdad. A veces también venía alguna persona que para nosotras era un noticia que podiamos vivirla y explicarla en primera persona.
Sencillamente , tierno y hermoso, Juan.
ResponderEliminarCharo totalmente de acuerdo contigo, viviamos en una sociedad muy machista, por suerte ha cambiado, (pero no del todo), aquí tambien era igual, en el colegio, los niños en un edificio las niñas en otro, y en los juegos igual,los niños guerreando por ahí por las calles y nosotras jugando a las casitas, a la rayuela o a saltar a la comba y sin apartarnos apenas unos m. de nuestras casas.
Besos.
Muchas gracias Juan me ha gustado mucho, pues así se vivía la naturaleza diaría, en armonía, los niños con el campo,la naturaleza, y en el caso que nos ocupa, los animales.
ResponderEliminarYo lo he vivido insitu, el niño tenía la responsabilidad, orgullo y obligación de hacerse responsable de la cabra y de traer el agua de la cañarroa en la burra.
Cuántas veces no me sentaba en los bancales con mis primos y amistades, mientras charlábamos de cosas de niños, cuidando de los animales, que se encariñaban con los dueños, y hasta tenían nombre las cabras.
En la época lluviosa, echarle "capote" o peladuras de mondar las almendras.
Para que no se encaramaran a las plantas, a algunas se le ataba un ramal de cuerda, desde la cabeza a una de las patas traseras.
Aquellos niños tenían una forma de vida más saludable que la actual en las grandes ciudades, aunque ahora tengan mas medios, que los de antes.
A mi prima Charo, comentarle que no se puede generalizar, las genraciones actuales con las pasadas, porque los usos, modos y costumbres sociales, son muy distintos, así como las libertades, y eso se fué ganando pasito a pasito con el transcurrir del tiempo.
A mí, personalmente, no se me caía una sortija con jugar con alguna de mis primas, siendo niño. Y afortunadamente, en Beninar, tengo muchas, de las que tengo muy buenos recuerdos, de niño, y a las que quiero mucho. Y soy afortunado porque ellas sienten lo mismo por mí.
Pero claro, eran yá otros tiempos, por lo pronto la escuela de mi generación era mixta.
Juan me ha gustado mucho, es como si hubiera viajado en el tiempo, muchas gracias.
Juan José: estoy totalmente de acuerdo, es que hace tanto tiempo, que ya no se recuerda, pero yo tengo que decir al respecto, que en mi generación se jugaba con las niñas. Yo recuerdo en las chumbas de detrás de la panadería en el barranco, jugar a los novios, matrimonios, maestras, padres, representaciones teatrales etc. Jugar a las prendas, a gallinica ciega, al escondite, a la comba en trancos y calles de nuestra ciudad.
ResponderEliminarPazzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
Yo no creo que en el pueblo hubiera machismo, era la sociedad que nos tocó vivir en la que los quehaceres del hombre y de la mujer estaban muy diferenciados.
ResponderEliminarTodos recordamos con agrado la cabrilla que nos amamantaba todas las mañanas pero no lo hacíamos con gusto, era impuesto.
Hoy nos escandalizan o escandalizamos cuando oimos hablar del trabajo de los niños, los criamos entre algodones, los llevamos a urgencias apenas tosen y los amamantamos con Puleva 2 pero olvidamos que ese trabajo, el que hacíamos nosotros era por y para la supervivencia de la familia.
En una economía de subsistencia todas las manos eran pocas y sólo había una para llevarse a la boca.
Los animales eran nuestros juguetes.
J.C.
Eran tiempos dificiles, La posguerra fue dura, España durante la contienda, no habia producido lo necesario, las existencias eran escasas, la población envejeció, los más jóvenes, unos murieron y otros tenían que hacer 2 y 3 años de mili, influyeron muchas más cosas.
ResponderEliminarYo recuerdo que mi padre me compro una cabra, a la que en vez en cuando me enganchaba a ella igual que si fuera un choto. Con ello paliaba muchas veces el tiempo, aunque yo puedo decir que no pase hambre.
Pazzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
Cuántas mujeres en Beninar, se quedaron viudas, a muy temprana edad, falleciendo sus maridos de pulmonía con 30 años, u otras enfermedades, y tenían que echarse al campo, como un hombre, a cultivar la tierra, y quedarse toda la noche regando.
ResponderEliminarEn Beninar si tenías que regar, no era de estrañar que una persona se recoriera la acequia real de noche, hasta encontrar la parada de agua y guiarla acequia abajo.
Eso, algunas mujeres, sin mas remedio que sobrevivir, lo hacían también, la casa y los hijos.
Simple y llanamente, erea una economía de subsistencia, que fué evolucionando a mejor, con el paso del tiempo, con forme fué evolucionando y progresando la nación, como bien dice Julius y Rio Verde.
En primer lugar felicitar a Juan porque nos ha hecho recordar muchas cosas.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en que alos niños en el pueblo se le dava mucha mas libertaad porque hace muchos años.por eso las niñas no podian disfrutar tanto de la naturaleza como nosotros.
Yo tanbién tube una cabra como muchos niños del pueblo y efectivamente era para ayudar en la familia.en estos tiempos los niños los hemos criao de otra manera, pero yo nunca me he sentido esplotado por mis padres, al revés también me sentia importante cuando me mandaban a regar o a coger almendra y aceituna.
Eran otros tiempos que gracias a unos cuantos estamos recordando todos. El LLano.
Rafa, Gracias por ilustrar mis vivencias, con esas fotos tan bonitas.
ResponderEliminarHe dejado pasar unos días, para que cada cual contestase, según los recuerdos, "removidos" por mi relato.
Naturalmente que las niñas, respondiendo a Charo,lo teníais mas dificil que los niños a la hora de disfrutar de la naturaleza. Era mucho más fácil que los niños jugásemos con las niñas, que a la inversa. Nuestras madres preferían vernos "recogios" que trotando por "esos ríos" en busca de ranas, o cruzando el río en invierno, solo por el placer de hacerlo; poniendo en riesgo nuestra integridad.
Deduzco Juan José, que eres mucho más joven que yo; pero disfrutaste de las mismas cosas que hoy todavía nos emocionan.
Lo de ponerle la "traba" a la cabra, al ser tan pequeño, no podía dominar al animal, pero lo ví hacer muchas veces.
Río, sólo te ha faltado poner que jugabas a los médicos; juegos, que eran apredizajes de la vida.
También tuviste tu correspondiente cabra...
A Jazmín no le contesto....siempre le parece "maravilloso" todo lo que escribo; como a mí, todo lo que escribe ella.
Julius, tienes toda la razón.Cada miembro de la familia, desempeñaba un pael, pues era una norma para subsistir. Las cabras, nos "tocaban" a los niños y a los muy mayores.
Recuerdo, que mi cabra, al principio, me llegaba a medio pecho, pero lo orgulloso que me sentía, al tener una responsabilidad, me hacía estirarme.
Estoy agradecido a mi madre, con esas y otras cosas, como coger "cajoneras",con una espuerta por la carretera, ponerlas en el corral,para después vender el estiercol, me hizo crecer como persona y setirme útil.
Cada época, requiere métodos diferentes de educar. Cualquier padre, quiere para su "prole" lo mejor.Si nos equivocamos, estoy seguro que es sin querer.
Un saludo para todos.
Juan Gutiérrez.
Te planteas la misma pregunta que yo me planteo cuando termino de escribir algo: “¿Qué cosas se me olvidaron relacionados con el tema planteado?”.
ResponderEliminarLo importante es que cada reglón que uno va avanzando en tu escrito, cierras los ojos, te ves con pantalones cortos, te ves guardando tu cabra en Los Arenales, etc, etc.
Terminas de plantear un tema para pensar y escribir sobre ello a cada uno de los beniner@s, que leen tu escrito, y seguro que le arrancas unas cuantas sonrisas al menos ese día.
Es para meterse una libretilla en el bolsillo con un lápiz para ir escribiendo en cada momento del día, lo que te llega a la cabeza, relacionados con el tema.
Seguro que Pau, cuando se encuentre con el escrito de su abuelo le sacará setenta veces setenta más sabor, que si se encuentra con el libro de Caperucita.
Digo Pau pero: ¿Has mirado la cara de la madre del niño cuando lee lo que escribe su padre sobre sus andanzas en Benínar, que posiblemente lo escucha por primera vez?.
Saludos.
Paco, cuando empiezo a escribir no paro y lleno cinco o seis folios, el problema viene, cuando tengo que resumirlo en dos, para que al lector no se le haga pesado.Tu sabes que de cada uno de los puntos, había para escribir un libro.
ResponderEliminarMi enojo, viene cuando veo que nadie desarrolla el punto que más haya vivido (situación) pero de todos modos,estoy contento al ver que todos recordamos una etapa tan importante de nuestras vidas.
Anímo a todo el mundo a que cuente sus cosas; seguro que me dejo muchas de ellas.
En cuanto a mis nietos; la canción preferída de Pau es "la raspa, si señor...se baila...en Benínar, también en Peñaroá" o sea, que mira por donde voy.
Como ocultar a una hija que añoras a tu pueblo...muchos de los escritos, empiezo a leerselos y no puedo continuar; a ella, también se le ponen los ojos rojos...
Espero que me hayas hecho caso y mandaras las poesías para el libro; sobretodo la de los abuelos benineros.
Un abrazo. Juan Gutiérrez.
Hace años mantuvimos un diálogo entre un bonaerense y yo, acerca del lugar donde cada uno de nosotros había disfrutado más durante nuestra infancia.
ResponderEliminarÉl había vivido siempre en una ciudad (Buenos Aires) considerada hoy en día como de las diez más pobladas del planeta; yo, en un pueblo que no llegó nunca a sobrepasar los siete mil habitantes (considerando que apenas había tráfico, y no nos creímos lo del hombre del saco) la libertad para jugar en la calle era casi plena, exceptuando las horas del sueño, colegio y comidas. Al atardecer, las voces maternas llamando a los hijos para "recogerse", sonaban como la del muecín convocando a la oración.
Héctor, que así se llamaba el otro, argüía que aunque en la gran ciudad no podías salir sólo; sin embargo no le faltaba de nada, puesto que sus padres lo llevaban a parques infantiles, jardines zoológicos, circos y le compraban juguetes y hasta alguna pequeña mascota para el recreo del niño. Total que ambos habíamos disfrutado de lo lindo en diferentes escenarios, y de diferentes maneras; las mías se parecían tanto a las de Benínar..., que prácticamente no había diferencia si exceptuamos que no tenía chumberas para patinar y la influencia de Hollywood se dejaba notar en nuestros juegos infantiles.
Sí, efectivamente yo disponía de juguetes menos caseros, quizás, que los vuestros, pero compensaba con las bandas rivales de una barriada contra la otra a base de piedras y palos y otros "caramelos" parecidos. Y en mi caso particular en la Colonia donde vivía, teníamos unos "adosados" exclusivos para los animales que llamábamos gallineros donde criábamos animales domésticos de varias especies: gallinas, palomas, patos, conejos, pavos, cobayas, gatos para comer, bueno, los últimos, no; aunque sí las cobayas pero al despellejar la primera siguiendo la moda de Benínar, nos pareció que le habíamos quitado el "abrigo" a una rata, y naturalmente, se lo regalamos entero a los "pobres" (perros).
Introduzco los animales entre los juegos, porque para mí, cuando había una gallina clueca, la separábamos del grupo y la llevábamos a la primera residencia, con nosotros, y casi a diario contemplaba los huevos para ver aparecer la bolita peluda y amarilla que era como un juguete. El reparto de la comida entre los "prisioneros" así como levantar la tapa de la madriguera de la coneja para ver a las crías, era otra diversión.
Hoy día pienso que esas maravillosas vivencias se las están perdiendo muchos de nuestros hijos o nietos, y que cualquier infancia pasada fue mejor; pero seguro que ellos nos responden que en la Era de Internet es mucho más divertido todo o sí no ¿porqué nosotros los "carrozas" nos pasamos el día abriendo ventanas (no para que entre el aire) y enviando mensajes como yo estoy haciendo ahora?