Desde muy pequeño, el mar ejerció sobre mi una fascinación especial.
Escuchaba con la boca abierta a los osados que se subían al Cerro de las Viñas, pues desde lo alto se divisaba un trocito de mar. Cuando mi edad me lo permitió, ya había tenido la suerte de verlo "en vivo".
Mi encuentro con el mar fué en el Cañarete, camino de Barcelona. A pesar del "agua del Carmen" que me había dado Dolores la de Juan Bernardo (compañera de viaje desde Benínar), iba bastante mareado; pero la immensidad del espectáculo que podía contemplar por vez primera, el mareo que ya había comenzado en la Caseta de Cintas, poco importaba. Era finales de agosto del 55; al pasar por el puerto de Almería, los montones de barriles para la uva me impresionaron, pues en Benínar, apilados, no pasaban del centenar. Después de pasar Almería que se encontraba en feria, el mar desapareció y el reencuentro fué entrada la noche en Cartagena, donde paramos y provistos de nuestras "horteras", cenamos a la orilla del mar, mientras escuchaba el sonido de las olas.
Un par de años después, pisé por primera vez la playa, en Balanegra.
A mis ojos de niño, fue el momento más mágico de mi existencia, a pesar de haber estado en Barcelona, el Pirineo, Madrid (en el viaje mencionado anteriormente). Después de ver la "mítica" albufera de Adra, descendímos hacia unos cañaverales que hacían de barrera a la immensa playa. Aquella luz cegadora, el olor a algas y sal y el ruido de las olas, todavía siguen presentes en mí.
La primera de estas excursiones a la playa, fué organizada por D. Antonio, Dña. Pepita y hermanos. Se alquiló un camión y medio pueblo, incluida la "chiquallería", íbamos tan contentos, en la caja del camión, previa separación de mujeres y hombres por una cadena. Cantábamos desaforadamente al pasar por la Fuente Toro y la Plaza de Berja, dándonosla de "modernos y avanzados".
El baño, a más de cien metros los de un sexo y del otro, fué de época... Las mujeres se bañaban con "viso" o con vestidos. Los hombres, con aquellos calzoncillos de lienzo blanco, que nos hacían nuestras madres, con abertura; para la próxima excursión, el cura recomendó muy graficamente y ante la sonrisa de todo el pueblo, como se tenía que coser o poner botones a la dichosa abertura.
Cuántas bocanadas de agua salada y qué picor en la garganta y el cuello!... pero era delicioso. Recuerdo al final de la playa y en un altillo, un destacamento de la benemérita, con un pozo. Además de por el baño, los niños estábamos entusiasmados ante la cantidad de caracolas y conchas que todavía se podían encontrar en las playas. Alguien encontró una "carabuta" de las grandes; de las que se utilizaban para avisar del "rio crecido", o para las "cencerradas", en los casamientos donde un contrayente fuese viudo.
Para la hora de la comida en las cañas, la mayoría de la gente teníamos los hombros y la naríz como los tomates que llevabamos en las cestas, para acompañar a los bocadillos de salchichón de "La Abella" o de los hechos con una latilla de atún.
Pasadas las tres horas reglamentarias; el baño de la tarde. El poniente, nos pegó buenos revolcones y "tragantones"....
Ya tarde, nos dirigimos hacia Balerma, donde la arena se adentraba por las calles; o las casas se metían en la arena. Había un torreón, muy cerca de donde unos pescadores dejaron sus barcas y vendieron a algunas benineras, unos peces, casi vivos y de colores preciosos.
Los cantos de la vuelta, ya no sonaban con tanto entusiasmo.
La experiencia, creo que se repitió, al menos un año mas. Allí me enamoré de "Nuestro Mar", pero ni lo cuento ni lo canto, como Serrat.
Creo que María la de Clara, todavía no había nacido.
P.D.: La fotografía que ilustra el artículo de Juan Gutierrez es de la playa de Balanegra en aquellos años. Rafael.
Todo ha cambiado excepto el torreón, el cuartel ha desaparecido y existen varias viviendas de campesinos y una gasolinera al pie de la carretera, la playa esta muy cerca de la orilla.
ResponderEliminarPazzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz
Rafa, la fotografía es preciosa. Gracias.
ResponderEliminarJuan Gutiérrez.