Benínar, tierra de agricultores, fue también cuna de mineros que en la emigración del siglo XX fueron a trabajar en minas de toda España. Entre ellas se destacan las minas de la provincia de Barcelona en especial de las poblaciones de Berga y Fígols.
Buscando documentos gráficos relacionados con esto, me he topado con el siguiente video del archivo de Radio Televisión Española que está disponible al público. Se trata de un pequeño documental de la serie ¿Te acuerdas? y que contiene un resumen de un Informe Semanal que relata la grave explosión de grisú que ocurrió el día 3 de noviembre de 1975 en el Pozo Consolación de las minas de Figols. El accidente segó la vida de 30 mineros. Una tragedia.
Tal como dice la canción....En Benínar, no hay mozos, porque se han ido todos a Fígols....
ResponderEliminarTuvo que ser muy a principios de siglo.Solo conocí a un beninero, muerto por desgracia, que trabajaba en Saldes.
Juan Gutiérrez.
¿De aquellos primeros mineros que fueron a Fígols, habrá descendientes: nietos, biznietos...?
ResponderEliminarLa mina de potasa de Súria, provincia de BCN, contó entre los mineros con gente de Benínar desde el primer tercio del s.XX, o quizás antes. Ya hice algún comentario en "Barcelona en los 50 y 60" por lo que no quisiera repetirme.
ResponderEliminarTal vez, alguien más pueda narrar su experiencia personal, yo, como hijo de minero, me adelanto para contarles la mía, puesto que el tema de la minería me toca la fibra de lleno, no tanto por mi corta experiencia (desde el 10-10-1966 hasta 16-06-1967 me faltaban 8 días para cumplir los 18 años cuando ingresé en la plantilla)sino por el peso que tuvo.
Existía un convenio entre el Estado y la minería española, mediante el cual si te incorporabas al trabajo en una mina dos años antes de cumplir el Servicio Militar, sólo tenías que realizar los tres meses de instrucción en el campamento, y te liberabas del resto del servicio. La oferta era interesante, porque había escasez de personal que quisiera realizar ese duro trabajo.
Recuerdo el primer día de descenso en un enorme ascensor, a trescientos metros de profundidad. Tienes una extraña sensación de despedida del mundo exterior hacia algo desconocido, donde la luz tenue y los colores apagados se mezclan con el olor propio del mineral y la grasa de las máquinas que dejan en tu memoria un imborrable recuerdo. Poco tiempo duró la impresión, pronto te habitúas al cambio, llegando a ser todo un experto cuando alcanzas los setecientos metros como ayudante de un minero (puesto que el trabajo, al igual que la Guardia Civil, lo realizas emparejado, por seguridad) total, un pequeño pinchacito en la piel de la tierra si lo comparamos con los 14 km. de grueso que, aproximadamente, tiene la corteza terrestre.
No debes sentir claustrofobia cuando abres nuevas vías, llamadas aperturas, que siguen la veta del mineral; altas como un hombre y estrechas como el mismo, con los brazos en cruz. Ni tampoco sufrir de vértigo cuando circulas por estrechas veredas de unas cámaras enormes (comparable la altura a las que existen en los tajos del Cejor, pero sin el río Verde a tus pies). Y debes evitar que, cuando se desprenden los lisos (piedras) que la presión del terreno descuelga de las alturas como las capas de una cebolla, no te caiga uno encima de más de cien kilos de peso y te deje estampado como un sello en el sobre.
Lo divertido, es cuando esperas en la vía cargar los vagones del mineral que tu compañero te lanza, con la ayuda de una enorme pala mecánica, y bajan pedruscos rugiendo por la estrecha galería cada vez más cercanos, hasta alcanzar el vagón; algunos tienen el tamaño de un cerdo en diciembre, otros están tan desmenuzados, por la dinamita, que cuando llenan, del popularmente conocido como "oro blanco", el siguiente vagón sales tú entre la polvareda de nubes empolvado hasta las pestañas, que mezclado con el sudor, transforman el bañador y las "chirucas" en un cartón piedra de buena calidad. Gracias a las duchas diarias a la salida del pozo, logras descubrir tu verdadera personalidad.
Este cambio en tu vida es como una iniciación, un ritual, de abandonar la infancia dorada, para entrar, con precipitación, en la vida de adulto.
La experiencia vivida fue un descubrimiento, de la política clandestina. De vez en cuando aparecían octavillas, que alguien, de izquierdas, había esparcido por las galerías; me hubiese gustado descubrir al héroe revolucionario para ver cómo era y pensaba, puesto que lo prohibido despierta la curiosidad. Probablemente comía junto a ti a la hora del bocadillo en el descanso producido después de dinamitar
(continúa...)
(...)
ResponderEliminarAprendes, también, lo que es la solidaridad; no sólo en las largas colas de algún entierro, siguiendo al carruaje tirado por caballos con penachos de negras plumas, de algún desdichado que de vez en cuando moría, sino cuando las huelgas te indicaban del lado que estás, y a quién no había que comprar por haber beneficiado al patrón.
Allí aprendí a amar el flamenco, que algunos cantaban en las duras jornadas con mejor o peor tiento; mientras el humor y las bromas no faltaba, casi nunca, en los descansos y en la espera de la salida de los tres turnos del día.
No olvidaré nunca, a los Cunill, Romero, Hermenegildo, Pelegrín, los Cánovas, Roberto, Collell, Giraldes, y tantos que he conocido que aunque del nombre no logre acordarme, su imagen quedó grabada en la memoria.
Sirva este recuerdo como un pequeño homenaje a los hombres que levantaron la industria de una población pequeña, pienso que aún, el pueblo no les ha reconocido la labor que desempeñaron.
Mineros de la gloriosa España,
combatientes de oscura galería,
candelas que encienden la entraña,
en una tierra baldía.
El sol les niega su luz,
la luna su anillo de plata.
Alquimistas de sueños dorados,
hijos pródigos de madre infiel,
¡Despertad!, mostrando santuarios
de entrañas que encierran la hiel.
Sólo me resta pedirle a nuestra "locutora" de tele radio Makuto; aunque está en otra ventana, como los buenos jazmines, deja su aroma en todas por donde suele pasar, una canción de Angelillo titulada "Paco, el minero" para dedicarla a quien ya os podéis imaginar.
Un "señoritingo de BCN"
Muy conmovedor. Me ha gustado mucho. Sale del corazón
ResponderEliminarContestando a Rafa; vuelvo a la canción.... los dos, de Barbarica, el de José Roque y el de Bernardo.....Este último, podría ser el abuelo de la Italiana, si es que antes de marchar a Francia o Italia, estuvo en Fígols.
ResponderEliminarQue responda la Italiana, por favor.
Juan Gutiérrez.
Muy interesante, como todo lo que escribes.Espero que Rafa, "rescate" tu escrito y lo ponga en la página principal, para que lo pueda leer más gente.
ResponderEliminarMe ha impresionado todo....Tengo claustrofóbia (con motivo) y me imaginaba, dentro de la mina...
Aparte de lo del servicio militar, seguro, o "casi", que lo que te llevó a la mina, sería un poco de "reveldía adolescente". Puedo estar equivocado.
Muy emocionane, esta experiencía tuya, tan importante y que has querido compartir con todos.Siempre, he sentido un respeto muy grande por los mineros.
Juan Gutiérrez.
Juan Gutiérrez.
Gracias Sara, aunque no te conozco personalmente (sí a través del vídeo), y no quisiera equivocarme al pensar que eres hija de Paco Ramón; si es así, has heredado la sensibilidad de tu padre, ya que tampoco conozco a tu madre.
ResponderEliminarJuan, como siempre tan amable. No se si el comentario puede servir para el Foro, pero si fuera así, el poema lo he modificado ligeramente, dice así:
Mineros de la gloriosa España,
combatientes de obscura galería,
luciérnagas que alumbran la entraña,
de una patria baldía.
El sol les niega su luz,
la luna su anillo de plata.
Alquimistas de deseos ocultos,
hijos pródigos de madre cruel.
¡Despertad! mostradnos los templos,
del alma que esconde la hiel.
Lo hice poque lo he enviado a la Vanguardia, por si lo quieren publicar. Si fuera así,
piensa que lo ofrezco a todos vosotros por la paciencia de leer mis escritos.
Un cordial saludo de José.
El que empezó con lo de los señoritingos de Barcelona fuí yo con lo de la fuente de Hirmes. en estos días me he dado cuenta que estaba equivocado,con lo que cuenta Jazmín, Juan, Pepe y la misma Marina.
ResponderEliminarAunque lodije mas que nada de broma, pido perdón y me quito el sombrero ante estos paisanos.
ElLlano.
Pepe me he emocionado con tu escrito sobre los mineros, mi padre trabajó tantos años... y el tuyo tambien, mi hermano, q dura es la vida del minero, yo siempre le oia decir a mi madre a mi hermano, " estudia hijo q no tengas q acabar en el c.. de la mina igual q tu padre", el hizo allí tambien el servivio militar y trabajó hasta q termino la carrera de minas por cierto, en Manresa entonces no se podia estudiar otra cosa, despues ha trabajado en minas pero de cielo abierto y no es lo mismo hacer de jefe q de minero, lo q ignoraba era q hubieses trabajado tú, un hijo de mi tio Antonio Roda, no se si lo recordaras, trabajo tambien varios años en las minas, tendrá unos 64 años y dice q aun hay noches q se despierta lleno de angustia soñando q esta dentro del pozo metido, hojala te publiquen ese articulo en la vanguardia y sea un homenaje para todos los mineros y para los muchos q dejaron sus vidas en esas ratoneras siendo aun muy jovenes.
ResponderEliminarYa decia yo q no habia visto tu peticion el radio Makuto cuando he leido lo del llano,he puesto otra de Angelillo,no sabia de q iba la cosa, pero ahora mismo me voy a ponerla en homenaje a todos los mineros.
jajajaja!!!!me ha hecho mucha gracia lo de las ventanas y el aroma de jazmines.
Saludos.
Lo siento, pero soy la hija de Piedaica. Gracias por tus escritos. Un saludo
ResponderEliminarYo no puedo hablar mucho de la mina, nunca la he conocido, escepto por un documental medioambiental, realizado hace unas pocas semanas, por el daño que realiza la salmuera de la mina, a la rivera del río.
ResponderEliminarTambén, conozco a oidas de esta mina, porque mi tio abuelo, Aurelio Maldonado Sánchez, trabajó desde muy jóven en dicha mina, y gracias a ello, Encarnación, pudo cobrar una muy buena paga de jubilación.
De la mina, no conozco nada más, porque Aurelio Maldonado, murió muchísimo antes de que yo naciera, en Benínar, y también gracias a los relatos, que como José Añez, amablemente comparte sus vivencias, con nosotros, y sentirlas, con emoción, por lo que le estoy muy agradecido, por poder compartir, nuestras mismas raices familiares de los Sánchez, de tradición minera.
Mi abuelo, Juan Maldonado, también probó durante un tiempo, a desempeñar el oficio de su hermano, pero al final, vió tener una calidad de vida mejor, aún a costa, quizás, de ganar menos, desempeñando su oficio de ebanista, agricultor y molinero, en el molino de los tres empiedros, con su suegra en Beninar, con el apoyo y sociedad de sus cuñados.
Con cariño, un abrazo muy fuerte, para todos los Benineros, y en especial, a los que viven en Cataluña.