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jueves, 25 de marzo de 2010

En mi casa no hay nidos de golondrinas


¿Qué hubiese ocurrido en la subsistencia de Benínar si no hubiésemos tenido animales?.
Animales que nos suministraban las proteínas, (sobre todo los conejos y los cerdos), que despertaban a los arrieros (el quiquiriquí del gallo) a la hora justa que tenían que salir del pueblo para llegar a los pueblos cercanos para montar el tenderete, sus capachos y romanilla para vender la cosecha. Las que suministraban el tazón de leche para los viejos que ya habían perdido la dentadura.
Los gatos que eran las murallas invisibles para que las ratas y culebras no se acercasen al pueblo. Las golondrinas y los vencejos que llegaban al pueblo justo en el tiempo que aparecían los molestos mosquitos para comérselos, pero sobre todo l@s mul@s y l@s burr@s, compañeros incondicionales de todos los labradores, es decir de todos los beniner@s que el noventa y nueve por ciento de la economía se centraba en la agricultura.

En una conversación reciente mantenida con María Fernández, me decía: “Lo que veo en la televisión, en esos reportajes donde las mujeres llevan sobre su cabeza la leña o el cántaro (…), se parece a los años cuarenta cuando en Benínar recién terminada la guerra, los pobres no tenían ni animales que comprar (pesetas para comprarse una burra) y sobre todo recursos para alimentar a aquellos animales que le ayudasen a las labores del campo. Imagina el hambre del personal”.

Lo que hoy se conoce como “día internacional de (…)”, en Benínar en la festividad de San Marcos, a los animales (sobre todo a los de trascendentales), se les hacía andar el mismo itinerario que llevaba la procesión de dicho santo. Algún rastro benéfico dejaría el paso de dicha imagen por las calles del pueblo que en cierta medida llenaba de protección durante ese año a dichos animales racionales e irracionales.

Los roscos, los justos, que se hacían en el pueblo para repartirlos entre sus habitantes, cuando llegaban a la casa también eran compartidos con todos los animales que había, para que se curase el enfermo y al que estaba lleno de salud, le potenciase dicho estado.

Yo recuerdo que el rosco bendecido de San Marcos que me había tocado, en trocitos yo lo compartía con mi burra (la tía trini), mi cabra, el borrego y con mi gata de tres pelos.

Aquí donde vivo, tengo perros, una gata, pero no tengo roscos bendecidos por San Marcos para compartir con ellos. Además si los tuviese: ¿Estos animales entenderían el significado de compartir el pan el veinticinco de abril del 2010?.
Paco Maldonado Ruiz

2 comentarios:

  1. Paco, un artículo muy bueno y a la vez muy entrañable sobre los animales "irracionales" de Benínar.

    Saludos, Juan Gutiérrez.

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  2. Quien no se acuerda de la jaca de Paco Ramón, del burro de Antonio Tomillo, de todas las manadas de cabras, (de los calostros y requesones), de aquellos corrales donde dormía el mulo, la cabra, los conejos, las gallinas, los pavos, los marranos y sobre todo arañas centenarias.
    Del amigo que tenemos en común que se dedicaba a emborrachar las lagartijas.
    Cuando vemos las fotos de los Moros y Cristianos de aquellos mulos engalanados a lo beninero por supuesto.
    Que nos prestasen una burra para ir a la Cañaroda, a Pirondo, (…) a lavar al Rincón cuando Anica fue sorprendida por toros de lidia.
    La burra donde iba montado Tambora en los carnavales.
    La burra de las excursiones.
    De las perdices en su jaula en la puerta de algunas casas.
    Ahora te toca seguir con tus recuerdos Juan.

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