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viernes, 6 de noviembre de 2009

Doña Pepita



Llevo casi dos años enganchado a Plaza Beninar y el escrito de Doña Pepita me ha animado a escribir unas letras…

No recuerdo exactamente en qué año llegaron a Beninar Don Rafael y Doña Pepita.

Yo por aquel entonces era monaguillo y muy observador como todos los niños de mi edad y, sobre todo, con las personas venidas de fuera.

Lo primero que me llamó la atención, aparte de lo rubia y guapa que era Doña Pepita, era su manera de hablar, aquel castellano “de Castilla”, aquellas palabras tan bien dichas, que comparadas con la manera de hablar que teníamos los niños de Benínar, sonaban a gloria, aunque Don Salvador, que vocalizaba perfectamente, hacia lo imposible por corregirnos.

De Don Rafael recuerdo que era más callado pero tenía aquel gracejo “granaino” que le hacia muy simpático.

Recuerdo las largas charlas que mantenían él y Don Antonio el cura -“mi jefe”- y yo escuchando embobado sus filosofías, mientras Doña Pepita hablaba amigablemente con la “tita” señorita Araceli y Lola Ruiz.

Tuve la gran suerte, por mi condición de monaguillo, de estar cerca de estas personas de las que sólo se podía aprender cosas buenas.

Creo recordar al médico de Turón pasando por Beninar con su vespa y su mujer sentada de lado, atrás, con pañuelo y sombrero. Para los de mi edad, nueve o diez años, la vespa era la atracción principal, como lo era “ la Ossa” de Don Antonio y el seiscientos de Don Rafael.

Parece que estoy viendo a Don Rafael, en la puerta de la ermita, haciendo prácticas de conducir con un señor de Berja o Almería, todo un acontecimiento para los más pequeños, que aunque ya estábamos familiarizados con los coches, el seiscientos era el seiscientos…

A Beninar a finales de los cincuenta estaba llagando aire fresco, gente de fuera con cultura y ganas de compartir y disfrutar de aquél paraíso terrenal, como por ejemplo, los hermanos de Doña Pepita que venían cada verano.

Empezaron las excursiones a Balanegra, se siguieron representando con entusiasmo las obras de teatro y según me cuenta siempre mi hermana Mª Teresa, Doña Pepita enseñaba muchas cosas a las chicas.

Por una Pascua Don Antonio decidió regalarnos a los dos monaguillos un jersey de lana “gorda”. El mío me lo hizo Doña Pepita y el del otro diablillo, Lola Ruiz. Anda que no íbamos chulos a la calle Real abajo “pa tocar a misa”.

Un buen día vino el Sr. Obispo a confirmarnos y, según mi hermana, Doña Pepita se encargó de aleccionar a las chicas que tenían que servir la comida. De esa visita salimos los tres primeros seminaristas de Beninar. Doña Pepita se encargó de preparar nuestro examen de ingreso al seminario y darnos clases de urbanidad y buenos modales ¡Fue la primera vez que me comí una naranja con cuchillo y tenedor! Todas sus enseñanzas nos fueron muy útiles, por lo cual siempre le estaré muy agradecido.

También ayudó y asesoró a nuestras madres sobre el ajuar que teníamos que llevar al seminario.

En Julio del sesenta, bendita sea la hora, salí con once años hacia el seminario de Aguadulce, en aquel coche negro del padre de Río Verde. Solo encuentro algo negativo a ese momento, ahí fue dónde empecé a perder a mi Beninar…

Mi agradecimiento a Don Salvador, a Doña Pepita y sobre todo a Don Antonio, el cura, que con dinero de su bolsillo nos pagó los estudios a los dos monaguillos hasta que conseguimos becas. Pero esto ya lo contaré, quizás dentro de otros dos años…

Juan Gutiérrez

5 comentarios:

  1. Estos recuerdos que con emoción y nostalgia nos cuentas, reflejan un momento de tu vida muy añorado. En muchas conversaciones que hemos tenido, con frecuencia salen espontáneamente referencias a aquellos tiempos. Se ve que les tienes mucho cariño, y en especial a aquellas personas que te rodearon y cuidaron de ti.

    Espero que la continuación de estos recuerdos no sea "dentro de dos años". Te doy de plazo, como mucho, "dos semanas"...

    Juan, saludos. A tí y a tu hermana María Teresa, que también tiene mucho que contar y estamos deseando verlo escrito aquí por Plaza de Beninar.

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  2. Juan, por fin te has decidido a escribir. ¡Ya era hora!. Lo que has escrito está lleno sentimientos y eres capaz de transmitirlos, y es que lo haces desde el corazón. Describes muy bien la inquietud que sentia un niño de Benínar ante todo lo que llegaba de fuera, en una época dode no habia televisión, ... y para un niño de 9 0 10 años todos estos acontecimiento se graban en la memoria para siempre.

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  3. El matrimonio formado por doña Pepita y don Rafael llegan a Benínar, cuando hacía falta. Cuando España comenzaba a levantar cabeza y como si se tratase de los mejores entrenadores del momento, a los jóvenes de Benínar les preguntaron:
    ¿Vosotros queréis ser campeones?.
    Ellos contestaron: ¡Sí!.
    Toda la juventud tenía la oportunidad de marcharse a estudiar a la capital y allí estaba el médico, la maestra y el cura para testificar que para estudiar hasta llegar a terminar una carrera no hacía falta que sus padres tuviesen recursos. Si sus padres no los tenían se buscaban.
    Así fue. Se buscaron los recursos, los más difíciles, los primeros y aquella juventud bautizada por el poeta del pueblo como: “Desertores del arado” se marcharon a estudiar a Almería.
    En aquella época, a aquel pueblo alpujarreño a su forma de vida se le pegaba un hachazo y los brotes nuevos serían totalmente distintos y diferentes.
    En toda la historia de Benínar tan solo pudieron estudiar aquellos jóvenes que sus padres podían costear una carrera.
    Doña Pepita, don Rafael y don Antonio estan convencidos y convencen a los padres de Benínar que aquellos que quieren estudiar podían.
    Un abrazo Juanico el de Constanza.

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  4. Juan q agradable sorpresa,yo siempre animandote a q escribieras, y tú no, es no se q, es q no se cuantos, por fin lo has hecho y de verdad q me alegro mucho, me ha encantado tu escrito, con esos recuerdos llenos de sentimientos; y escritos desde el corazón como muy bien dice Charo.

    Espero seguir viendote por aquí

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  5. Juan, me alegro mucho de que te hayas atrevido a escribir en Plaza de Beninar, claro las gracias se las tenemos que dar a Doña Pepita, que ha sido por su intervención, el que hoy estés tu con nosotros.
    Un abrazo para los tuyos.

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