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viernes, 21 de febrero de 2025

Sólo Dios lo sabe

 

Las fechas inmovilizan tanto como las fotografías.

María “Maita” Sánchez Rincón.

Hoy, día veinticinco de enero de 2025, fecha que evoca una triste noticia o un gran acontecimiento en función del mes elegido, sea enero o diciembre del calendario gregoriano: En diciembre nació Jesús, en enero ha muerto Maita, un miembro fundamental y entrañable de mi importante y esclarecida familia, entre otras virtudes, por su dedicación al cuidado de sus progenitores.

Una condición humana que se trasmite de madres a hijas, marcada por el sufrimiento ante el dolor ajeno de los últimos años de una vida que ha sido parte de la suya.

Una vida entregada al cuidado de quienes lo han necesitado, especialmente en la vejez que limita y vulnera, y toma conciencia encarnando así los principios del humanitarismo y la moral. Un sentimiento que honra y preserva la dignidad del hombre.

“La obra humana más bella es la de ser útil al prójimo pues en el servicio desinteresado se encuentra la verdadera grandeza del alma”

(Sófocles)

                                 

           María Sánchez Rincón, niña.                          Con sus hermanos, Dolores y José       

     

     María, sentada en el centro.                Con sus hermanos Dolores y José.

¡Qué bien bordaba!

¡Con qué gracia y arte lo hacía!
Con dulzura, sus manos tejían,

Sobre la seda pajiza,
ella siempre cosía
flores de su fantasía.

(Basado en un poema de F. G. Lorca, reinterpretado en mi propio estilo)

Maita y Juan, durante el noviazgo y boda, década de los 50.

      

MarÍa y Juan. Ella, ejemplo de virtud intachable,  honrada y pura como el armiño, reflejo cristalino de rectitud, archivo vivo de honestidad -como dirían los clásicos-, y fiel a sus cuitas y principios: usque ad aras.

Según dicta la tradición, mi familia y las generaciones que nos precedieron nacieron en un mundo de silencio, donde el esfuerzo se forjaba con las espaldas dobladas sobre una tierra soñolienta acostumbrada a la vida dura y severa, fértil y generosa de extraordinario esplendor que hunde sus raíces en el silencio y la lejanía. Un vergel bendecido bajo un cielo misericordioso, en un pueblo que amaba la naturaleza, animal o vegetal; criaturas sagradas de Dios.

 
Benínar, 13 de agosto del año 1958.

En el gran día, todos compuestos y acicalados para la boda de tía Maita y Juan, con Dolores C. y José, hermanos de la novia y José Pedro, hijo de Dolores, el escribidor que subtitula y narra este “Laudatio funebris”.

Maita, mantuvo unida la familia y de ella aprendí que, al igual que cada dedo de la mano, (-así como cualquier miembro del cuerpo humano- ego dixit) es único: algunos ocupan un lugar central, otros se sitúan a los lados, pero todos son esenciales, pues forman parte de nuestra existencia. Indispensables para abrazarnos y santiguarnos, invocando el nombre de Dios cuando llega el final.

Y el dolor o la alegría enfatizan cada fibra del cuerpo, fruto de compartir la misma carne; su intensidad crece con la cercanía y el lugar que ocupan en la mente y en el corazón (corrazón).

El amor verdadero es absoluto. Este amor no conoce límites ni condiciones; se eleva más allá de lo efímero y se convierte en la manifestación pura de lo divino. Es la fuerza que transforma el alma, imbuyéndola de una luz inmutable que guía hacia la plenitud y la redención.

(Agustín de Hipona)

Con su madre, Clemencia, y sus dos hijas: María y Elisa y este que escribe, José, sobrino. 

Nuestras vidas -la suya y la mía- han recorrido senderos distintos, pero igualmente significativos y aventurados, impregnados de sentimientos que permanecen inalterables a lo largo del  tiempo y la distancia. Nacimos en el mismo pueblo: yo cuando Maita cumplió quince años; y ambos bebimos de la misma fuente, del agua con la que fuimos bautizados, aquella que enlaza con Sierra Nevada.

¿Qué más puedo decir de tía Maita que no sepan quienes la conocieron, quisieron y compartieron su vida? De niña tenía la cabellera rubia y rizada, y los ojos, de un ámbar profundo y elocuente que reflejaban la emotividad, empatía y temperamento perseverante que la caracterizaban. Estos rasgos que la definieron, la acompañaron hasta el final, en un camino marcado por la gracia divina.

Una mujer digna de su tiempo, luchadora incansable, emprendedora y laboriosa como tantas otras que hicieron célebre el “matriarcado” del pequeño pueblo de Benínar (Almería); un paraíso rural, escenario de su niñez y de gran parte de su juventud que fue testimonio de su espíritu indomable.

El pueblo que le otorgó su ser, donde aprendió a cultivar una lengua local que se ha mantenido incólume desde un tiempo ancestral rica en giros, calificativos y refranes del castellano clásico, musicalizada con acento del sur que evoca la esencia del paisanaje profundamente humano. 

Mientras en el norte se precisa tiempo para desentrañar los hechos, en el sur estos se comprenden por instinto natural, en un pueblo de una cultura sutil y enigmática, cuyos secretos solo Dios lo sabe y, Su divina generosidad, nos ha legado.

De izda. a drcha. Clemencia –madre- Maita, Dolores e Isabel Mª. En San Roque.

Alguien planteó a un sacerdote la siguiente cuestión:"¿Acaso solo los bautizados somos hijos de Dios?" De manera unánime, el clérigo respondió: No, todos son hijos de Dios; sin embargo, unos, lo son por creación y los bautizados lo son por adopción participando de toda la herencia del reino de Dios, siendo conscientes de la revelación divina que Dios otorga, y se regocijan en ello. 

El cristiano pisa y mira la tierra con insistencia, pero sin olvidar mirar limpiamente al Cielo, como la última meta del hombre.

                          

     Izda. Trabajando como Kelly en el hotel Don Carlos en Santa Eulalia (Ibiza).

Benínar, el pueblo de La Alpujarra (AL) cuna de Maita, ubicado entre una tierra abrupta que para algunos parecía dura mientras que para otros, se transformaba en un pequeño paraíso, pero grande por la intensidad y el color con que la contemplaban. Allí la sociedad honraba el divino mandamiento: ganarse el pan con el sudor de la frente y multiplicar la especie, cuidándola con devoción cristiana.

"In sudore vultus tui vesceris pane"

(Ganarás el pan con el sudor de tu frente. Génesis, III, 19)

Un pueblo engrandecido y laborioso, que fue forjado con incansable esfuerzo hasta el ocaso de sus días, su historia recuerda a los hijos de Israel, pues la gente tuvo que abandonarlo y aventurarse a lugares prometidos que ofrecieran un buen destino.

De izqda. a decha: María, Clemencia –madre-, Araceli, Isabel Pérez y la madre de esta última, Dolores Añez, ambas primas. Limpiando tripas en diciembre durante la matanza del cerdo, en el almacén de su propiedad.

La vida laboral de Maita transcurrió en diferentes lugares: Desde el molino a la taberna, de esta última a un hotel en Ibiza para, finalmente, volver al lugar de partida y concluir así una estructura circular, y volver a empezar con entereza en labores cotidianas mejoradas con el idioma del corazón que deja una impronta imborrable en el recuerdo.

Cuatro generaciones de la misma familia: Tita Maita, Elisa, Elisa Mª y su bisnieta Chloe, 2025.

No considero a las Parcas como enemigas mortales, pues cada año, con su ineludible y melancólica visita, me recuerdan la fugacidad de la existenciay la revelación de la terrible eternidad. Hay aspectos de la vida que encierran un misterio insondable; la muerte, en su abrazo total, abarca y da sentido a todas las cosas.

“Dentro de poco estaré muerto y habré desaparecido para siempre. ¿Qué puede importarme si obro ahora como ser inteligente, sociable y que tiene las mismas leyes que Dios?

(-Soliloquios- de Marco Aurelio)

Vida y muerte son dos conceptos que solemos evitar unir, sin embargo, juntos constituyen el fundamento de la fe, un enigma que solo la divina providencia sabe desvelar.

“Si nadie sabe ni por qué reímos ni por qué lloramos

Si nadie sabe ni por qué venimos ni por qué nos vamos,

Si en un mar de tinieblas nos movemos, si todo es noche

Y alrededor arcano, a lo menos amemos, quizás no sea

En vano”

(Amado NervoAmemos”)

Mi querida tía Maita, cuando llega nuestra hora, Dios siempre perdona. Si bien a veces no empañamos los ojos con lágrimas que resbalan, en ocasiones lo hacemos con lágrimas de sangre del corazón. Y si alguien nos pregunta por qué, respondemos que la emoción es incontrolable por naturaleza, y fluye para redimir y consagrar nuestro lóbrego dolor.

Lloramos, incluso por aquellos que en este mundo no pueden hacerlo. En este hogar en el que por y para quienes nos han precedido, honramos su existencia. Los recordamos para que jamás queden sepultados en el olvido.

"No temamos a la muerte, pues mientras la vida transcurre en nosotros, ella permanece en la lejanía; y cuando llega, ya no estamos para recibirla”

(Epicuro)

Cuando llega el día y la hora en que los privilegios se disuelven y nos liberan de esa deuda contraída, el pasado se desvanece y se consume; el presente se viste de incertidumbre y el futuro perdura, dejando como legado, la sombra de aquellas vidas que se han alejado y delegaron en nosotros continuidad. Porque la vida y la muerte son inevitables; pues la muerte es cierta y natural a los hombres y la hora y el día incierta y, Dios, en su infinita sabiduría, así nos lo ha transmitido.

Señor, concédele reposo eterno y acoge el alma de este corazón, que lleva consigo parte del nuestro pues el día y la hora en que nos volveremos a reunir de nuevo convertidos en presencias espirituales benignas... ese día solo Tú lo sabes.

“¿Quién me causa este dolor?

Amor.

¿Y quién mi gloria repugna?

Fortuna.

¿Y quién consiente en mi  duelo?

El cielo.

De este modo, yo recelo

Morir deste mal estraño,

pues se aumentan en mi daño

amor, fortuna y el cielo.”

(Cervantes, -El Quijote-)

 

Aventad mis cenizas al pie de la peña

que besa la fuente de la Higuera,

como cristiano que espera,

ser algún día primavera.

***

 

 

 


 

4 comentarios:

  1. Magnífico José. Has conseguido transmitir tal sentimiento que mis emociones están a flor de piel. Gracias por compartir.

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    1. Buenas noches,
      Necesito escribirle en relación a un artículo que publicó hace un tiempo en su blog. Soy descendiente de benineros y busco a mis antepasados... por favor, ¿podría indicarme una dirección de correo a la que pueda escribirle?
      Muchas gracias

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  2. Maita, ya se nos adelantó hacia el Benínar del Cielo...

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