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martes, 7 de mayo de 2013

PRIMAVERA EN LOS CERROS DE BENINAR

Cuando vivía en el pueblo, no recuerdo haber visto nunca los cerros tan llenos de vida y color como en la actualidad. 

Sería, por que en aquellos tiempos…

La lumbre en las cocinas y el calentamiento de los hornos, (privados e “industriales”), consumían a lo largo del año una gran cantidad de matablancas, bolinas, matagallos, abulagas, retamas, palaines… y un largo etcétera de especies que crecían en las montañas que nos rodeaban.


Cuando a mediados de los cincuenta el “petróleo” llegó a nuestro pueblo para reemplazar a la leña, lentamente, las “estrebes” fueron sustituidas por los “infernillos”, igual que los quinqués lo hicieron con los candiles.
La modernidad había llegado, y años después fue el butano, el que definitivamente puso fin a toda una era.
La vida se hizo más fácil y cómoda para las gentes del lugar, al no tener que arrancar y acarrear acuestas los haces de leña desde los montes, ni mantener siempre un retén en camarillas, corrales o pasadizos.
Las mujeres, por fin cocinaban de pié, y las sillas bajas, el humo en los ojos y los paneros para avivar el fuego quedaron en el olvido. Seguro que los montes también lo notaron.

En Benínar teníamos varios rebaños de cabras y ovejas, cuya principal fuente de alimentación la encontraban pastando en los cerros, que dejaban arrasados a su paso.
También se necesitaban grandes cantidades de tomillos, para picarlos en los corrales a modo de “camás”. De este modo se saneaban, y aumentaba la producción de estiércol.
Llegó el día en que los rebaños fueron desapareciendo uno tras otro, dando un respiro a la maltrecha flora del lugar.



Muy lejos quedan los tiempos, en que se instalaba en el Murallón la curiosa caldera de chirrines, con serpentín para destilar el aromático aceite, y cuya materia prima eran aquellas olorosas matas que los benineros vendían a peso.
Para mantener el fuego de la caldera compraban la leña, aunque también se aprovechaban las matas que ya habían sido “cocidas” en ella.
Era frecuente ver a algunas mujeres provistas de un “barrilillo de penicilina”, con su tapón de goma, acercarse por las tardes a pedir un poco de “aceite chirrín”, muy bueno según contaban, para las muelas y otras dolencias.
El paso de la caldera por el pueblo, aliviaba muchas de las pobres economías…a la vez, que dejaba una profunda huella en las montañas.




¡Cuantos jornales entraban a las casas, cuando ponían una “romana de esparto”!… Y ¡que duro y pesado era arrancarlo y trasportarlo, cada vez desde más lejos, hasta el lugar de su venta!
Hubo un tiempo, en que incluso se llegaron a cavar las atochas, con el fin de que el esparto merino (redondeado) que se utilizaba para hacer las pleitas y sogas, mantuviese su calidad.
El llamado esparto loco (plano y muy largo) se cogía principalmente en los tajos del Cejór, y era muy apreciado para hacer grandes cordeles, como los de los amarres de los barcos.
Tan masiva era la recolecta que se hacía, que llegó un momento en que era casi imposible encontrar algún espigón del esparto, con los que se fabricaban los escobones que utilizaban para sacar el grano de entre las piedras de las eras.
Como escaseaban, había que encargárselos a los pastores, que los encontraban en los lugares más inaccesibles.

Hoy día, y más en primavera, los cerros de Benínar se muestran en plenitud al no sufrir los ataques de tantos “depredadores” como éramos.
Lo único que se echa en falta, son las sementeras de trigo o cebada; los yeros y chícharos de los años lluviosos, y a los miles de almendros, olivos e higueras, jalonando pechos y barranquillos.

A nuestros montes como a nosotros, también les llegaron “tiempos mejores”. Ellos se mantienen jóvenes retoñando, mientras nosotros seguimos envejeciendo… Pero seguro que en el fondo, sentimos la misma añoranza los unos de los otros.
 
Juan Gutiérrez, Abril 2013.

Para ver fotos pincha AQUÍ.

3 comentarios:

  1. Bonita lección ilustrada de la flora y de botánica de la zona de Benínar. Sólo le ha faltado el nombre vulgar y latino subtitulando las numerosas fotografías para ser completa.

    El gas butano tuvo en Benínar un valor equivalente al invento de la máquina de lavar o al de la fregona, para alivio de las sufridas amas de casa. Recuerdo a mi abuela Clemencia con qué entusiasmó celebró que sus tres hijos hubieran comprado una cocina de gas butano.

    Los rebaños de cabras, ovejas y vacas se están volviendo a imponer en Cataluña porque son muy útiles para mantener los bosques limpios de hierbas y matas y evitar que haya más incendios. Es una manera ecológica de control. En los años 50, en Súria utilizábamos la cocina económica (leña y carbón) y en el bosque no había tantos incendios a pesar de la protesta de algún pagès. Ahora se ve que la solución pasa por los animales (los de cuatro patas) que han "pensado", después de mucho tiempo (los de dos).

    Tal vez si se introdujera al lobo en Las Alpujarras (naturalmente sin perder el control de natalidad de estos cánidos, algún labriego lo agradecería; porque creo que evitaría la abundante caza mayor que destrozan las sementeras y todo lo que se le ponga a su alcance. Pero esto es sólo una idea que se me ha ocurrido a mí, animal de dos patas.

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  2. Maravilloso reportaje sobre las plantas de los cerros de Benínar. Y que decir de las fotos?, toda una gozada el poder contemplarlas.

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  3. GRACIAS A JUAN Y MARIA;

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