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miércoles, 27 de marzo de 2013

LOLA DÍAZ Y ANTONIO EL DE ROSENDO (ÚLTIMA PARTE) Antonio (hijo)


Lo recuerdo como buena persona, amigo de todos y con la forma de ser de sus padres, como si hubiera heredado todas las cualidades de ambos juntas. En las vidas de los que quieren a esta familia existe un antes y un después determinado por la pérdida de ese hijo. Fue mucho el dolor que nos ocasionó su muerte tan joven, pero también nos sentimos dichosos por haberle conocido y estamos seguros de que nunca lo olvidaremos.

Creo que la última vez que lo vi fue en las fiestas de San Roque del año 1978 y no se me olvida su imagen vestido de embajador o de rey moro. ¡Qué bien hacía los moros y cristianos! ¡era de los mejores!

Por eso, acordándome de Antonio y de otros benineros que ya se fueron, que también eran muy buenos haciendo los moros y cristianos, me he imaginado la escena de la foto puesta al principio, que representa una reunión de benineros allí arriba. Me gustaría haber tenido fotos de todos y de todas para ponerlas, porque lo que pretendo es rendirles un homenaje.

Pienso que, más que para una fiesta, los que están en el cielo se verán y reunirán para hacer una convivencia con comida, lo mismo que a los de aquí les gusta juntarse en el cerro de las viñas y a los que viven más lejos en el San Roque chico. Lo que pasa es que harán moros y cristianos porque ellos saben hacerlos bien.

El día de la reunión, bajo la mirada de la Virgen del Carmen que es la reina del cielo, empezará con repique de campanas y toque de diana floreada para reunir a la gente en una gran explanada entre las nubes, adornada con bandericas de colores. ¡Cuantos se acordarán, al sentir la diana, de cuando se despertaban en Benínar y con cara de sueño se asomaban a la ventana a ver la música pasar, o se vestían corriendo para salir y hacer el recorrido detrás, con los cohetes pegando aquellos chupinazos tremendos y el olor a la pólvora y al humo que dejaban al subir!.

Seguidamente, en un lugar abarrotado de paisanos y forasteros, lleno de vistosidad por los uniformes de los reyes y embajadores montados sobre sus caballos, con aparejos bordados, sobresaliendo por encima de las cabezas de la gente; me imagino ver el colorido de las tropas de a pie, un bando con chilabas de blanco con filos dorados y el otro vestidos de aquellos uniformes de soldado de color verde caqui, que hacen la instrucción de un lado para otro, ahora para delante, media vuelta para atrás, ¡fiiirmes!, desfilando para jurar bandera al mismo tiempo que la banda de música no deja de tocar. Os aseguro que es lo más semejante a lo que ocurría en la plaza de Benínar cuando existía el pueblo. Hasta me ha parecido ver entre el bullicio a mi abuela Frasquita, ¿quién sabe si confundida por el ambiente festivo?, preguntando que si han visto a su nieto Paco.

En un momento determinado saldrá la procesión tomando a San Roque y la Virgen sobre los hombros en las andas, y se encaminan hacia un valle surcado por un río tan blanco que parecerán sus aguas de plata. Allí la gente se situará para presenciar la puesta en escena de los moros y cristianos. Los moros vendrán río arriba anunciando su intención de tomar al santo. Uno y otro bando harán envites y escaramuzas, lanzamiento de petardos y disparos de arcabuceros, finalizando el primer acto en el que los moros saldrán victoriosos.

En el segundo acto, el bando cristiano atacará a los moros y recuperarán a los santos. El momento más solemne será cuando se abracen diciendo aquello de “yo cristiano y tu cristiano”, y lo de “el pueblo que arrodillado, aclama tu protección, hasta el trono del Señor, llévales siempre guiados, !Viva San Roque y la Virgen¡”. Vivas que serán coreados por la gente orgullosa de que todo ha salido bien y los participantes recibirán los parabienes de todos.




¿Cómo no?, para reponer fuerzas, después de un día agotador, se celebrará un convite en una gran carpa todo celeste y blanca, con mesas y sillas adornadas, con faldones, manteles, lazos y otros complementos, y con la Virgen del Carmen y San Roque presidiendo en lugar de honor.

Hasta se llevarán una sorpresa agradable cuando los organizadores, después de una comida ligera a base de platos fríos y canapés, sirvan los dulces tan típicos que traían en las arquillas en las fiestas, tales como trozos de turrón, calabaza confitada, soplillos, porciones de bizcocho caramelizado, roscos de vino y anís, yemas envueltas en papelicos de colores, pan de higo y garbanzos tostados, bocaditos de batata, borrachillos..., que se acompañarán de porrones llenos de licor, pasándolos de unos a otros, de menta, aguardiente, anís, vino dulce, etc. Y cada cierto tiempo la banda de música interpretará pasodobles, que a todos traerán recuerdos y nostalgia, sintiéndose tan bien en un paraíso engalanado, donde las estrellas titilarán, dejando ver un cielo resplandeciente donde la noche parecerá día.

Tras el comentario de algunos forasteros de que allí nunca se había visto nada igual, de que hacía tiempo que no se lo pasaban tan bien y , después de un brindis, todos se despedirán con un ¡viva San Roque y la Virgen! y un ¡viva a Benínar!.

Seguramente las mujeres se alejarán reflexionando sobre la belleza de la Virgen del Carmen, que llama la atención vista de cerca; y sobre la sencillez de San Roque, que verlo es como recordar su historia vivida en la tierra:

San Roque fue el único hijo de una familia muy rica y, cuando se queda huérfano de padre a los 12 años y de madre a los 20, hereda una inmensa fortuna de sus padres, pero al verse solo decidió vender todo lo que tenía y dárselo a los pobres, y así lo hizo.

Entonces se entera de que había la enfermedad de la peste en muchos lugares y se pone en camino para ayudar a los enfermos. Iba vestido como lo vemos en la imagen de nuestro San Roque del pueblo, de peregrino con el sombrero, la capa, una vara larga y una calabaza colgada de la misma a modo de cantimplora.

Ocurrió que San Roque se contagió de la enfermedad de la peste y tiene que apartarse, porque a los enfermos de esta epidemia los expulsaban de las ciudades para que no contagiasen a otras personas. Es cuando se refugia en una cueva de un monte y no tiene nada para comer, y cuenta la tradición que aparece un perro que le lleva cada mañana un pan en la boca y también le lame las heridas causadas por la enfermedad. Por eso se le representa siempre con el perro al lado (con el pan en la boca) y con la pierna remangada enseñando la herida.

Más tarde, vuelve San Roque a su ciudad natal donde nadie le reconoce y es encarcelado, muriendo el 16 de Agosto de 1327. Por eso celebrábamos en Benínar su onomástica el día 16 de agosto, rezando y sacándole en procesión.


La poesía de Lola Díaz
Aunque ya se publicó, recordemos esta poesía hecha por Lola Díaz, porque es maravillosa y en la misma se ve lo que siente por su pueblo. Dice así:

San Roque son tus hijos de Benínar,
que con ilusión y alegría,
como preparan las cosas,
para celebrar tu día.

Y cuando llega tu día,
todos vienen con fervor,
a oírte la santa misa,
y a sacarte en procesión.

Como te llevan a hombros,
con cariño y devoción,
echándote tantas vivas,
les sale del corazón.

Y a San Roque yo le pido,
por los enfermos curarlos,
por los jóvenes y niños
y por todos los ancianos
y por lo que estén cerca
y por lo que estén lejanos.

Por los que están en el cielo,
que también te están mirando.
Con cariño y con amor,
ellos también te llevaban,
muy adentro del corazón.

¡Hay San Roque!, cuantos recuerdos...
con cariño yo recuerdo a mi gente de Benínar...
y como voy a olvidar a mis amigas queridas.

Todas son maravillosas,
las llevo en el corazón,
como manojo de rosas.

Y a ti mi Virgen del Carmen,
te dedico esta oración,
¡que nos libres de pecado y nos des tu protección!

¡Ay Benínar cuantos recuerdos!
con tus calles tan bonitas...
con esa plaza tan bella,
con esas fiestas bonitas...
con los moros y cristianos,
y aquella corrida de cintas...

¡¡¡VIVA SAN ROQUE Y LA VIRGEN DEL CARMEN Y TODA LA GENTE DE BENÍNAR!!!

¡Bellos versos para terminar esta historia!. Más que una poesía es una oración, pidiendo por todos los benineros, que sale del alma de Lola para llegar muy alto, como si cogiera ese manojo de rosas de los recuerdos (que dice que lleva en el corazón) y lo lanzara con mucha fuerza hacia arriba para subir y no caer.

Las flores, revoloteando como mariposas o como puntos de luz, poco a poco ganan altura hasta rebasar las nubes hacia el lugar donde se halla San Roque. Me imagino una gran celebración para festejar la llegada, con la Virgen del Carmen rodeada de los ángeles, los santos y todos los que allí se encuentran.

Cuando escuchen la poesía habrá un ¡¡¡bieeén!!! o un aplauso general, a algunos se les escapará una lágrima y seguro que nuestro santo patrón se ruborizará cuando reciba las felicitaciones de los demás santos.


Deseo a Lola y Antonio mucha felicidad, que San Roque y la Virgen los bendiga y les dé larga vida, junto con su hija Encarna Mary, el esposo de ésta y los hijos de ambos, nieto y nieta. Igualmente, con la nuera María, que fue esposa de Antonio, y las dos nietas de su parte. Y demás familiares.


Manuel Maldonado, Marzo de 2013.

1 comentario:

  1. Manuel, despues de estos días de fiesta y descanso, me he encontrado esta mañana con la última parte de este trabajo tan bien hecho que has dedicado a la familia de Lola Díaz y Antonio el de Rosendo.

    El homenaje que has hecho a su hijo, y a todos los que como él participaron en los moros y cristianos de Benínar y ya no están en este mundo, ha hecho que al leerlo varias veces a lo largo de la mañana se me pusieran los pelos de punta.

    Cuando a cada uno nos llegue nuestra hora, no dudo que los San Roques los pasaremos todos juntos y de la manera que lo describes. Estaremos en el Paraiso todos los benineros recordando al otro paraiso que nos arrebataron, y disfrutaremos de nuestras fiestas patronales como antaño: moros y cristianos, las arquillas de dulce etc. Encima, como será el cielo...no tendremos avispas que nos piquen en el río, y hasta tendremos aire acondicionado para mitigar los calores de agosto en esa maravillosa carpa.

    La magnífica poesía de Lola y las fotos tan estupendas (mención especial, para la primera) terminan de redondear este entrañable y hermoso artículo.

    Abrazos.

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