Nada más cruzar la Ramblilla, había una almazara, su puerta
principal daba a la Calle la Plaza, en el piso de arriba, se entraba por la
Calle Real, estaban los atrojes donde cada labrador depositaba la aceituna, desde
allí era más fácil depositarla en la
torva, su rulo giraba movidos por la fuerza de una bestia, unas veces eran
mulos otras burras o burros. La prensa era manual, de la masa que salía de los
rulos se llenaba en cubos y se depositaba en las capachas de esparto redondas y
con un agujero en el centro, una sobre otra hasta llenar la prensa . Después se
pasaba a unas balsas por un pequeño canalillo donde por medio natural se
desprendía del alpechín se transportaba el
aceite a un deposito de cerámica, donde se limpiaba hirviendo agua en una caldera al lado. El fuego se emprendía con el mismo orujo que
salía después de prensar la aceituna que era buen emprendedor, después con
astillas. Se caldeaba con agua caliente para que desprendiera todos los espojos. (El agua se traia en cantaros de la fuente el Murallon.)
Se pasaba a una tinajas de donde cada propietario retiraba la producción no sin
antes el almazarero cobrar la maquila.
En los años setenta se modernizo, con maquinaria acorde con los años.
Ha quedado un poco soso el artículo, necesita desarrollarlo, en esa almazara pasaron muchas cosas que hay que contar.
ResponderEliminarSaludos.
Soso, yo creo que no, como mucho algo corto porque desde luego es interesante y sabe a poco. Aunque, si hay muchas cosas otras que contar y el amable anónimo las conoce, sería muy interesante que nos las cuente. Te esperamos, y dinos quién eres, que también gusta saber quién hace aportaciones.
ResponderEliminarDesde mi opinion,creo que algo corto,aunque a pesar de ello algo bastante interesante,si hay mas relatos curiosos sobre la almazara,lo logico seria compartirlos,no actuar como cri@s chic@s ocultandonos....
ResponderEliminarLeysa