Olores de Benínar en primavera

Te huelo, te llevo dentro
olores a primavera, a verano
e incluso invierno.

Jazmín.

La poesía de Jazmín, me hace recordar como olía Benínar en primavera.

Después del olorcillo a buñuelos, incienso y cera de la Semana Santa, la fragancia mas característica de estas fechas, era la del azahar de los naranjos. La brisa, la desparramaba por todos los rincones del pueblo. Salía de las paratas de Facundo, de los huertos de Pepe Pérez, Lola Sánchez, La Señorita y de la Niña Carlota. Había muchos naranjales en Benínar, pero estos los tengo mas presentes, por estar dentro del pueblo y sobretodo por el contraste tan grande que había, con el olor que salía de los corrales, cuadras y "zajurdas", con los cuales convivíamos. En el corral de Facundo, mi hermana Angeles tenía varias clases de animales. Se daba la circunstancia que los naranjos daban sombra, en parte, a dicho corral y los olores se mezclaban conjuntamente con un rosal de "pitiminí" que trepaba a la terraza de Pepe Pérez.

Si subías a los cerros, las matablancas, bolinas, tomillos, matagallos y un sinfín de plantas desprendían sus respectivas fragancias, creando una mezcla de olores dificil de olvidar. De repente, llegaba el fuerte olor a una higuera y comprobabas que las brevas todavía no estaban maduras.

A finales de mayo, empezaba el tiempo de los albaricoques, tan olorosos como sabrosos. Mi cuñado Juan Román tenía dos albaricoqueros en las Paratas del Puente y otro en las Lomillas, por debajo de las escuelas. Mas de una vez tuve que vocear a algún arriero, pues el pobre no pudo resistir la tentación y yo desde mi casa vigilaba, por lo que "tocaba". Por las tardes, la gente volvía de la vega con sus cestas de "abarcoques", tapados con unos tallos de mastranzos; la mezcla de los dos olores resultaba expectacular...

Las parras de flor, desprendían su especial aroma y a las mujeres les venía trabajo extra, con el "encarpe".

Había rincones en la vega, donde existian "microclimas" especiales con sus diferentes aromas, dependiendo de la humedad y de las distintas clases de árboles.

El Pilar, Los Sifones, La Molineta, El huerto de Dolorícas con la esparraguera más grande que jamás he visto, la balsa, el arbusto de María Luisa... cada rincón tenía su olor característico.

El agua de la acequia "La Vega", estaba perfumada por cientos de hierbas de sus brazales, y flotando en ella, algún cabrahigo y "granaillas en flor"

Rosales famosos, repartidos por diferentes parajes; entre ellos, el del cementerio viejo (color lila) y el de Lola Ruiz en las "Cebaillas" que era de un color blanco, tirando a champán.

En los balcones y "terraos", los claveles y azucenas de Benínar olían como en ningún otro sitio, igualmente las "espaicas" y damas de noche.

Las casas olían a "flix" en las puertas, guisos en las cocinas, alcanfor y colonia en los dormitorios, higos secos y las últimas algarrobas en las cámaras, al rancio de las tinajas de aceite, de los jamones (donde los hubiese) en las despensas, y en las azoteas, el olor fuerte a jabón casero y a los tiestos de cal, esperando para blanquear las fachadas a principios del verano, que llegaba con otros aromas muy propios de la estación; entre ellos el auténtico olor de JAZMIN de Benínar...

Juan Gutiérrez.