La expresión de que “ni don Pedro ni Periquillo” viene a decir que, a la hora de referirnos a una persona por su nombre, en el término medio es donde está la virtud.
Pero también es verdad que el nombre que aplicamos muchas veces tiene que ver con la persona y esto se relaciona con el empleo de terminaciones que se unían a los nombres (sufijos) que se usaban en Benínar para llamar a los niños y a los mayores. Como el tiempo vivido en el pueblo lo llevamos dentro de la mente como una fotografía detenida en el tiempo, nos salen todavía tales nombres cuando nos encontramos con los antiguos vecinos, si bien rápidamente sentimos la sensación de ridículo, de que es algo que no se corresponde con la época en que vivimos y tratamos de enmendarlo rápidamente, preguntándonos si debemos seguir llamando “Juanico” a ese señor, que sigue estando igual de joven, pero que vive en un mundo diferente donde todos le conocen por otro nombre.
Las terminaciones que se empleaban eran “ito”, “ico”, “illo” y alguna más. Siempre querían expresar algo de esa persona: a veces que nos estábamos refiriendo a alguien pequeño (un niño), otras eran expresión de cariño o afecto hacia esa persona, y en ocasiones, por el contrario, se podían considerar que utilizábamos un tono ofensivo. Pero hay quien opina que esas variaciones de los nombres que se empleaban tenían su base en el diferente estatus social a que pertenecía la persona, o en que la criatura era más o menos traviesa, en una escala que iba desde el “ito” al “illo”, situándose en el medio el “ico”.
Vamos a poner como ejemplos los de Manolito, Manolico y Manolillo, aunque no recuerdo que hubiera ningún Manolito en Benínar, pero si que venía uno de un cortijo que a todos nos caía muy bien. Era un joven ya un poco maduro, seco y alto, con el cabello engominado por la brillantina y aspecto impecable, siempre trajeado, con su corbata y su pañuelo bien doblado en el bolsillo de la chaqueta, sus zapatos blancosynegros, que aparecía montado en su bicicleta (también impecable) los domingos y en todas las fiestas del pueblo.
Llegaba a la Plaza y le daba varias vueltas a la barandilla, para después aproximarse a saludar a alguna persona que encontrase, echando un pie a tierra sin bajarse de la bici. Su trato con la gente era excelente, si bien se le veía un hombre elegante y refinado, no sólo en lo que afecta a la vestimenta sino también a la forma en que hablaba, utilizando un lenguaje escogido. Se le notaba la finura y un estilo propio, rebuscado y ejemplo de elegancia, saber estar, clase, porte, buenas maneras, una persona en suma educada y cultivada.
Como era hijo de un señorico debió tener las mejores oportunidades en la educación y las relaciones sociales, porque su familia tendría mucho dinero y tierras en el cortijo, pero en Benínar se mostraba como una persona llana y hacía alarde siempre de muy buen humor. Lo mismo los mayores que los jóvenes le apreciaban. Éstos últimos recordarán que gracias a él se dieron sus primeros paseos en bicicleta, porque lo suyo era de todos. En aquella época era la única que se veía en el pueblo y los niños nos acercábamos a contemplar aquella bici flamante, con su manillar y faro reluciente, su bomba para inflar las ruedas, su carterilla de piel que llevaba colgada por detrás del sillín, donde guardaba los parches y herramientas para arreglar los pinchazos, la dinamo que había que pegar a la rueda trasera para que se encendiera la luz....; siendo lo que más nos encantaba poder tocar aquel timbre redondo con una palanquilla, una y otra vez, ¡riiin-ran! ¡riiin-ran!. A veces me pregunto qué habrá sido de aquel Don Manolito tan simpático.
Manuel Maldonado
Muy bonito el artículo Manuel.
ResponderEliminarUn saludo.
Don manolito, era muy buena persona, Le gustaba un vasito de vino, con lo cual lo hacía más agradable.
ResponderEliminarTenía estudios pues venía de una familia adinerada. Es tubo en el ejército pero al parecer en el ejército le dieron la adsoluta al ser afeminado. En aquellos tiempos los afeminado hacían lo posible por no parecerlo, lo que sí se que el tía una buena paga por aquel entonces. Más de una vez me dejó que me diera vueltas en su bicicleta.
En cintas había, varios cortijos, el de barros que era término municipal de Berja. El de Fara que era de D. Manolito y el de cintas de D. Luís Moron abogado casado con Dña. María luisa.
ResponderEliminarD. Manolito murió bastante joben, quizás fue por los 70.
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