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lunes, 11 de enero de 2010

ARQUITECTURA TRADICIONAL ALPUJARREÑA


Las casas

La construcción de cada vivienda se hacía tradicionalmente adaptándola al terreno donde se iba a ubicar y con materiales ob­te­­ni­dos del entorno. Los más empleados fueron piedras, barro, tierra, yeso y madera. Lo no­rmal era que el suelo de la vivien­da se situase algún palmo por encima de la calle, pero no era raro que estuviese a un nivel más bajo, a pesar de los inconvenientes que puedan surgir por la lluvia, lo que puede explicarse por el hecho de obtener los materiales del mismo lugar donde se edifica. Si existía una piedra grande no se retiraba, ya que el esfuerzo sería tremendo, y se aprovechaba como base para la pared u otros elementos, por lo que es fácil ver en las cuadras o planta baja algunas rocas, o tajos, pequeños, blanqueados como si fuesen paredes.
Los muros exteriores, de unos cincuenta centímetros, se construían de piedra y barro, o de tapial, (tierra machacada a la que se va añadiendo agua). Los de piedra, sobre todo en las últimas décadas, normalmente estaban revestidos de yeso, aunque no faltaban algu­nas con la piedra descubierta. Las interiores, podían ser así en la planta baja si se iba a cargar sobre ellos: pero en la primera planta y la azotea
[1], lo más frecuente era que se hiciesen de ladrillo rojo y yeso, utilizando postes de piedra y cargaderos, que, por medio de una gran viga hecha con un tronco de árbol, sujetaban el peso de la planta superior.


Para construir sucesivas plantas, se apoyaban y fijaban sobre las vigas unos maderos —alfarjías—, y sobre ellos se colocaban losas de pizarra (de­no­minadas en esta zona tejas), cubriendo todo el espacio. También era frecuente utilizar en el último techo cañizo, tejido con cañaveras sujetas entre sí por una más gruesa llamada guiadera, colocado directamente sobre las vigas. Sobre las tejas o el cañizo se colocaba una capa material vegetal o/y barro, denominado malhecho, y encima, el suelo de yeso o de losas más gruesas de pizarra, fijadas con barro. El techo de la casa, denominado terrado, también es plano. So­bre el malhecho, una capa de launa, una arcilla magnesia­na de color azul plateado, que impermeabiliza la superficie haciéndola impermeable, cubierta parcialmente en algunos casos por el verde de parras cuyos troncos trepan desde la calle. A los bordes del terrado se colocaba una alineación horizontal de losas de pizarra en forma de alero, sobresaliendo unos 25 centímetros, a cuyo conjunto se denomina ala­beo, sujetas por la parte del terrado mediante piedras superpuestas —castigaderas— y en algunas casas, generalmente mayores, se sostienen con listones de madera clavados en lo más alto de la pared. En algunas casas, algo más pretenciosas, las losas de pizarra se sustituyen por tejas árabes. Para desalojar el agua de la lluvia, se ins­ta­laban varios caños —chorreras—, casi siempre de cerámica, aunque podían utilizarse tejas rojas, invertidas, u otros materia­les; alejaban el chorro de agua de la pared haciéndola caer en el medio de la calle, con un ruido típico y encantador, que evocaba una sensación de nostalgia y recogimiento. Hoy las canales hasta el suelo, logran un efecto más y limpio y un aspecto más feo.


Antes de que las antenas de televisión rascaran el cielo desde los terrados, la horizontalidad de los techos solo se alteraba por las chimeneas, que sobresalen creando una imagen característica; pueden ser de planta cuadrada, rectangular o circular, de las que derivan chimeneas cilíndricas o troncocónicas, de aspecto realmente encantador, tapadas con una losa circular de pizarra, sujeta por el peso de una o varias piedras superpuesta para evitar que la levante el viento (sombrerete) y, en muchos casos, con intención decorativa, u otras, como los espantabrujas de otras regiones[2]. Otros elementos sobresalientes son las lumbreras y los subideros. Las primeras son pequeñas casetas de forma periscópica, de medio metro aproximadamente de altura y aspecto encantador, destinadas a iluminar y ventilar las habitaciones interiores, aunque a veces son cuerpos de luces, un simple agujero en el techo cubierto con cristal o algún otro material traslúcido. Los subideros, que pueden o no cumplir también con la función de las lumbreras, son casetas de mayor altura y una puerta practicable, donde finalizan las empinadas escaleras, generalmente de madera, que sirven para acceso al terrado en las casas que carecen de azotea.
El terrado siempre ha sido una parte útil de las casas, utilizándose para secar algunos productos agrícolas, tomar el sol en invierno y el fresco en el verano y celebrar bailes y reuniones. Se accede a él por la azotea y si no la hay, por unos subideros de estrechas escaleras de madera, pro­te­gidas por una pequeña caseta.
Aunque hay casas de una sola planta, habitualmente corrales y dependencias para almacenar productos agrícolas, lo normal es que ten­gan dos o tres. La tercera, si existe, se denomina azo­­tea, siendo una planta parcial que se queda a unos metros del borde del terrado, sirviendo de acceso al mismo.
El hecho de estar adaptadas al terreno permite que muchas casas tengan entradas a distinto nivel, siendo la principal la de la parte más baja, orientada generalmente al sur.
La fachada, igual que el resto de la casa, es de un blanco inmaculado, color que da la cal mezclada con azulete
[3]. Suelen tener una franja —zócalo—más oscu­ra, de unos ochenta centímetros de altura, en la parte más baja para pro­te­gerla de las manchas por salpicaduras del suelo y de las rozaduras de los animales; puede ser cemento y mezcla o simplemente pintado, aunque hoy se colocan muchos de losas de pizarra.
Las puertas princi
pales suelen ser mayores que las demás, de la altura de un hombre alto; antes casi todas tenían una apertura superior para ventilación y para asomarse sin franquear totalmente la entrada a los visitantes de poca confianza. El resto de la puertas son considerablemente menores (las de cuadras, corrales, par­te de arriba de la casa y todas las interiores). En la planta baja, los huecos no son muchos y puede haber alguna ventana pequeña o postigo; siendo frecuente que a los lados de la puerta aparezcan estacas, o anillas de hierro, para sujetar a las bestias.
En la primera planta, suele haber más ventanas y de mayor tamaño, con algún balcón, tradicionalmente con poco voladizo o sin él, y baranda de madera, aunque actualmente se hacen algo más salientes y con baraAñadir imagennda metálica. La salida al balcón es una ventana grande de dos hojas, generalmente una con cristal, para mirar desde dentro, y otra sin él, para asomarse y ventilar la habitación. Esta, por tanto, se abre solo en algunas ocasiones, mientras que la del cristal es la que suele está abierta siempre.

L
a decoración exterior se limita a gran profusión de macetas, que aparecen en los balcones o en unas losas clavadas en la pared a ambos lados de las ventanas, si no hay voladizo, dando gran colorido a las calles y perfumando el ambiente. Los maceteros tradicionalmente han sido de barro y, ahora algunos de plástico, pero también se han utilizado ollas viejas, cubos y hasta cafeteras, lo cual en vez de una sensación de pobreza, le dan a las casas un aspecto típico y encantadoramente rural, un signo más de la economía de autosuficiencia y sentido práctico de los alpujarreños.
Los porches son pórticos o soportales que prolongan hacia fuera la vida de la vivienda, ocupando parte de los espacios públicos o construidos sobre el propio solar de la casa. Protegen la entrada del sol canicular y de la lluvia, sirven, para recibir algunas visitas que no es conveniente entren en la vivienda, para depositar algunos aperos y para tomar el fresco o realizar algunas faenas caseras o derivadas de la agricultura al resguardo del sol durante el día y del relente por la noche. No abundan en los núcleos de población, pero son muy frecuentes en los cortijos. Son adintelados, formados por columnas de piedras cubiertas de yeso y pulcramente encaladas, que sujetan un grueso tronco de árbol que hace de dintel y soporta a otros transversales.
Sobre el porche a veces se sitúa una terraza, o solario, que sirve para tender la ropa y secar productos agrícolas, cubierta de la misma manera y abierta a los distintos aires.
No es raro que una casa se amplíe ocupado espacio de la calle por encima a modo de puente ocupado por una terraza, incluso una habitación, son los pasadizos, tinaos o cobertizos.
Aunque la mayoría de las casas eran pequeñas, cabía to­do lo necesario. En la planta baja se sitúan las cuadras, corrales y cochineras; estaba el pajar y se guardaban los úti­les para el trabajo del labrador, así como muchos productos del campo. En la primera planta es donde habitaba la familia, y la dis­tri­bución dependía de su tamaño. No solía haber pasillos, accediéndose directamente de una habitación a otra, comunicadas por puertas, o, simplemente por huecos con cortinas.
La cocina siempre ha sido la estancia de mayor desarrollo y funciones de la vivienda, sirviendo a veces, también de comedor. En las casas de una sola planta estaba muy cerca de la puerta de entrada, haciendo también de recibidor. En las de varias plantas,

estaba en la segunda, y frecuentemente la escalera desembocaba directamente en ella. En un rincón, o una pared de menor longitud, se situaba el hogar para cocinar y calentar la vivienda, apoyando la campana de la chimenea en un tronco, cubierto de yeso o/y cal, que va de pared a pared, que, además de para evitar que salga el humo, sirve de repisa, denominada caramanchón, para colocar los escasos utensilios domésticos: platos, cacerolas, tazones, bandejas, algún candil, cerillas... A veces, junto al hogar, y aprovechando la misma campana y chimenea, estaba el horno, raro en los núcleos de población, donde había panaderías profesionales, pero casi imprescindible en los cortijos, debido a la necesidad de elaborar su propio pan (generalmente una vez en semana) y su repostería (para las fiestas). Otras veces el horno estaba aparte, incluso en otra estancia, sobresaliendo la capilla por su parte posterior hacia el exterior de la casa, rompiendo encantadoramente la alineación de la pared u ocupando un rincón.
Era frecuente la existencia de vasares: huecos en la pared con lejas de obra para colocar utensilios, generalmente sin puertas, cuya parte inferior se ocupaba por cantareras, unas lejas especiales, generalmente de obra, pero a veces también de madera, con huecos para alojar los cántaros en posición vertical para que no se derramase el agua, cuyo vertido se facilitaba desencajándolos del hueco y volcándolos estrictamente lo necesario para que caiga el agua. Las alacenas eran también huecos en la pared con lejas, pero con puertas de madera, en muchas ocasiones con celosía, para guardar objetos de uso menos frecuente o alimentos. No era raro que la parte inferior estuviese tabicada para guardar objetos mayores o leña.
Los dormitorios normalmente estaban al fondo. Antaño, las casas eran más pequeñas y las formaban una cocina-comedor y un par de dormitorios
En las casas donde la hay, la planta superior es la azotea o cámaras, utilizándose para albergar productos del campo, en las trojes, y para realizar la faena de la matanza. Suele haber otro fuego.
No abunda la decoración interior, pero las casas aparecen bien cui­dadas. En muchas ocasiones los propios enseres, al ser colgados de la pared hacen un sencillo efecto decorativo. Había algunos cuadros de los patronos del pueblo, de alguna foto de los abuelos y poco más, metidas entre el marco y el cristal podían aparecer fotos menores, generalmente del servicio militar.
Esta manera de construir se ha abandonado, debido a la mejora en la economía y la aparición de materiales más modernos. Hoy se emplean ladrillo, hie­rro y cemento y se construye como en cualquier otro lugar, copiando modelos estereotipados. Las casas actuales no difieren por dentro de las de cualquier otro sitio, gozan de lo más moderno: electrodomésticos de última generación, aire acondicionado, antenas parabólicas... lo que demuestra que, afortunadamente, La Alpujarra se ha librado de su secular aislamiento y que sus habitantes han alcanzado el mismo nivel de progreso que los de otras zonas tradicionalmente más desarrolladas. Incluso en el exterior, se están produciendo muchas alteraciones, con la consiguiente despersonalización, debido al progreso, a gustos nuevos y a lógico deseo de abandonar lo que puede significar un símbolo de la pobreza pasada. Pero también es cierto que, con los materiales y técnicas modernas de construcción, puede imitarse más fácilmente el aspecto tradicional, porque si la modernización no se hace con inteligencia y sensibilidad, puede desaparecer en poco tiempo y para siempre lo más singular de la comarca, una valiosa muestra de la personalidad de un pueblo, afectando gravemente al paisaje y al tipismo que a tantos foráneos atrae y, por tanto, a su desarrollo actual.

[1] Como se verá más adelante, en La Alpujarra se denomina azotea a una tercera planta que no cubre toda la extensión de las inferiores, quedándose unos metros del borde del terrado y sirve de acceso al mismo.
[2] “...el elemento más característico de la casa pirenaica es la robusta chimenea, de forma troncocónica, cerrada por un calado casquete que suele rematarse con alguna piedra o escultura de forma peculiar, llamada en la zona espantabrujas y a la que se atribuyen poderes protectores contra el rayo o de conjuro”. La casa del Pirineo, en Pirineo Aragonés. Anaya. Madrid 2001.
[3] Pasta de color azul oscuro que se saca de los tallos y hojas del añil, arbusto de la familia de las Papilionáceas.

3 comentarios:

  1. El esquema de la "casa tipo" aclara nuy bien los conceptos y de una idea a golpe de vista de cómo es una casa alpujarreña.

    Me adhiero punto por punto a tu último comentario que literalmente dice: "si la modernización no se hace con inteligencia y sensibilidad, puede desaparecer en poco tiempo y para siempre lo más singular de la comarca, una valiosa muestra de la personalidad de un pueblo, afectando gravemente al paisaje y al tipismo que a tantos foráneos atrae y, por tanto, a su desarrollo actual."

    Saludos.

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  2. Si alguien esta interesado en ver una exposición de "los castillos al-¨´Andalus" organizada por la Obra Social, Fundación "la Caixa" y el ayuntamiento de Adra.
    Podemos hacer alguna visita en colectivo e incluso asistir a la inauguración que sera el 19, de enero a las 13 horas hasta el 14 de febrero.
    El grupo no podra eccederse de 30 personas y una hora de duración.
    Si quereis lo organizo.

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  3. Está muy bien todo lo que escribes, los artículos son magníficos.
    Las fotografías, insuperables.

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