ARQUITECTURA TRADICIONAL ALPUJARREÑA

LOS PUEBLOS

Una de las características que llama más la atención de La Alpujarra es el aspecto de sus pueblos, de sus calles, de sus casas, sobre todo las populares, tradicionalmente distintas a las del resto de la región. Los pueblos se derraman sobre rugosas laderas arañadas por barrancos como manojos de formas cúbicas, de un blanco monocorde que deslumbran a pleno sol y se ruborizan con la luz oxidada del ocaso. Están adaptados al terreno con una mínima alteración de la Naturaleza y el escalonamiento de las casas permite que todas gocen de buena iluminación y puedan disfrutar del sol y de una vista excelente. Es una forma muy singular de construir que confiere belleza y personalidad a esta comarca.
Excepto las iglesias, unos pocos edificios señoriales, las escuelas, algunas construcciones industriales y ciertas obras “pretenciosas”, la forma de edificar y ordenar los pueblos, responde al concepto de arquitectura tradicional. Es ésta una manera de construir utilitaria, local y adaptada al modo de vivir familiar, por lo que constituye uno de los signos más distintivos de la personalidad de sus gentes, encontrándose en las humildes viviendas y en las calles estrechas el fondo natural y milenario del alma colectiva. Nada quedaba al capricho o al azar; se edificaba con los recursos del entorno, según procedimientos seculares, trazando arbitrariamente, sin preocupación, con ignorancia y con el encanto de lo espontáneo y sencillo. Cuando hace falta una dependencia, se agrega al edificio allí donde convenga, sin seguir ningún modelo, ningún estilo, pues las tendencias arquitectónicas están definidas en función de sus materiales y de su destino, basándose en tres elementos fundamentales: el suelo, que proporciona la materia prima; el hombre la actividad transformadora y la necesidad, y el clima. Los materiales y las características humanas definen el tipo de construcción y la han conservado inmutable a través de los tiempos, resistiendo a los cambios de cultura y las modas pasajeras. Está muy extendida la idea del origen beréber de esta forma de construir, basándose sobre todo en la similitud entres casas alpujarreñas y las que pueden observarse en el Atlas marroquí, pero existen teorías que defiende, incluso, un origen es neolítico. Lo que sí podemos afirmar es que ha resistido inmutable a repoblaciones posteriores y, por tanto, a los importantes cambios culturales que ha sufrido esta tierra. En la actualidad ha comenzado a un peligroso proceso de mutación debido a otras modas e ideas nuevas, pensando (y no si razón) que esa forma de construir va aparejada con la pobreza y el sacrificio de otros tiempos. Los núcleos de población, están perfectamente adaptados a la forma del terreno, lo que le confiere una forma inclinada con las casas apiladas unas sobre otras sin guardar perfecta alineación y escalonadas según el desnivel, que hace sobresalir a las de arriba, con lo que se aprovechan muy bien los rayos solares. La construcción se adapta a la Naturaleza con una mínima alteración: se respetan los huertos mezclados con cultivos, casas y acequias. De todo el conjunto, destacan visiblemente las iglesias, de dimensiones desproporcionadas respecto al resto de las construcciones, con ladrillos (casi todas son mudéjares), tejas y tejados a varias aguas.