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jueves, 26 de noviembre de 2009

LAS FIESTAS EN LA ALPUJARRA


Desde su más remota existencia y durante todo su ciclo vital, el hombre, y el alpujarreño no podía ser menos, ha intentando alterar la monotonía, a veces tediosa, de la rutina cotidiana con determinadas ocasiones festivas en las que suceden días especiales en las costumbres, en la comida, en la bebida, en los horarios... que compensan de alguna manera el sacrificio de la vida campesina donde no existía el domingo ni otro día de descanso. Hay fiestas menores, ocasionales, de horas y relacionadas con el trabajo. Hay fiestas privadas como bodas, bautizos, primeras comuniones, onomásticas... que en la actualidad están perdiendo sus características tradicionales para ir tomando las del consumismo moderno. Y surgen en la actualidad fiestas diseñadas para el turismo, sin más motivación que ofrecer un espectáculo atractivo para el visitante y aunque no son tradicionales, pretenden en algunos casos mostrar actividades que si lo so y que están en decadencia o desaprecidas: de la matanza, de la parva, del agua... incluso hay donde se celebra el fin de año en agosto...
Pero las fiestas más significativas son, sin lugar a dudas, las patronales. Durante las mismas se interrumpe la actividad diaria de toda la comunidad, duran varios días y hay gran cantidad derroche de festejos
La Alpujarra es una comarca de marcada religiosidad, como no podía ser menos en una tierra cuya historia ha estado ligada a guerras de religión e imposición de la de los vencedores. Durante los siglos que los alpujarreños permanecen casi aislados del mundo, se consolida y practica en la comarca una religión ferviente de acuerdo con de la más rancia tradición basada en la herencia cultural de los mayores más que en las enseñanzas puntuales de la Iglesia en cada momento: temor de Dios y culto a las imágenes.
Excepto en el carnaval, que no es de lo más celebrado en la comarca, y algunas fiestas de quintos, toda fiesta tiene una marcada relación con el hecho religioso. Esto puede ser el viejo dilema del huevo y la gallina: ¿Fue la Iglesia quien aprovechó el ciclo festivo pagano para imponer su culto dándole carácter sagrado a los festejos? o ¿se hace la fiesta para mayor honra de cada divinidad? Sea cual sea el origen, las fiestas en La Alpujarra van unidas a los santos más venerados en cada localidad. En su honor se hacen, pero no podemos olvidar que coinciden con los ciclos anuales de las estaciones y del campo, aunque ahora se está cambiando este esquema para hacerlas coincidir con los periodos vacacionales de los vecinos y emigrados. Aunque no abundan las romerías, también se hacen algunas, incluso "profanas", o salidas al campo sin santo en días señalados, generalmente de origen religioso como los hornazos de San Marcos o del Domingo de Resurrección.


Cada localidad, por pequeña que sea, tiene su patrón, patrona o ambos, suscitando en muchos casos verdaderas rivalidades con los de los pueblos cercanos. Protegen a la comunidad, se les venera y se les teme, creen en ellos con una relación casi personal; le piden favores e intercesiones que le agradece con "mandas" en forma de velas, limosnas o sacrificios como ir descalzo en la procesión, ayunos, vestir durante un tiempo el hábito del santo y, sobre todo, con una gran profusión de fuegos artificiales en los que se emplea una importante cantidad que con un sentido más auténticamente cristiano sería más oportuno destinar a obras sociales, pero esas son cosas del mundo y los cohetes, las tracas, las ruedas o las palmas suben al cielo a encontrarse con esa divinidad temida y adorada. Son famosos por su profusión los de Órgiva (Santo Cristo de la Expiración), Ugíjar (Virgen del Martirio) y, sobre todo Dalías (Santo Cristo de la Luz).
Pero no solo se les venera a los patrones locales o comarcales; hay devoción a otros miembros del santoral relacionados con la vida cotidiana: San Marcos, patrón de las bestias; San Antón, de los bichos; San Blas, de los males de la garganta; Santa Lucía, de la vista, la Candelaria, la Santa Cruz, San Juan, la Virgen del Carmen...

La Navidad y Semana Santa han sido siempre épocas de recogimiento, vida en familia y gastronomía específica. La primera con fiesta, la segunda con oración, algunas procesiones sencillas de Dolorosas, Nazarenos, Entierros, Resucitados y antiguos Vía Crucis, hoy desaparecidos, No hay procesiones espectaculares de grandes y pesados tronos, largas filas de penitentes, esforzados costaleros y trompetas ruidosas. Y hay manifestaciones sencillas de júbilo con la Resurrección: repique de campanas, tirar tiestos a la calle, procesiones de la Virgen y el Niño que se encuentran en cualquier esquina, enrames y las bromas, tan frecuentes sobre todo en la parte almeriense, de cambiar de sitio macetas y otros objetos durante la noche del Sábado Santo.
Y el Rosario. ¿Era una fiesta triste o alegre? ¿Era un rezo cantado o una canción rezada? Manifestaciones callejeras, de fervor colectivo sencillas y solemnes con canciones a voz en cuello primero para llamar a los fieles y luego para elevar de madrugada la plegaria hacia el Cielo.
No se puede, por tanto, separar en esta tierra la religión de la fiesta ni la fiesta de la religión, pero también se hacen -o hacían- fiesta de los más prosaicos actos del trabajo ocasional como el desfarfollo o los "mondaeros", que no pocas veces acababan en bailes. O las canciones de muleros asidos al arado, por el camino, sobre el trillo o después de la parva ¿no eran pequeñas fiestas con las que alegrar el duro y obligatorio trabajo evitando el estrés que hoy conlleva casi toda la actividad laboral? O las fiestas de trovo o el baile con música de cuerda después de cualquier trabajo colectivo con la que se prolongaba, en su dimensión lúdica, la solidaridad práctica del sistema de tornapeón.


La emigración y la modernidad han ido relegando las fiestas tradicionales en beneficio de las modernas distracciones, no obstante, el secular aislamiento de La Alpujarra la ha preservado de muchas influencias externas, conservando sus costumbres tradicionales y configurando una cultura popular muy interesante, dentro de la cual ocupan un importante lugar las fiestas populares, y ahora que se ha consolidado en los pueblos la cultura de la discoteca y el botellón, se manifiesta también un mayor interés en las fiestas tradicionales con la vuelta de los emigrantes, la añoranza de los mayores, el mayor apego de la gente joven a la cultura tradicional y la promoción de la misma que realizan los ayuntamientos en parte por promocionar la cultura, en parte por ofrecer algo propio al turismo rural.


Los programas suelen ser muy parecidos en todos los pueblos, festejos de gran encanto y degustación de la más artística repostería tradicional. Imprescindibles en las fiestas de cierto nivel es la banda de música, generalmente de alguno de los pueblos mayores que son lo que tienen el privilegio de poseerla.


Tampoco faltan los puestos de dulces, las arquillas, que dicen algunos, en muchos casos con el aspecto y los productos de antaño. En tenderetes de hierros y mantas o en cajas de madera, oscurecidas por tiempo, aparece el peculiar sabor de toda la vida, que difícilmente puede encontrarse fuera de La Alpujarra, de los soplillos, las yemas, el turrón de almendra que hay que partirlo con hacha y martillo; la calabaza y los boniatos endulzados, los bizcochos, las yemas...
Ya en las casas, la gastronomía es también específica, cumpliendo tres características: que sea algo extraordinario, que pueda dejarse la comida hecha para que todos los miembros de la casa puedan participar de todos los festejos sin las obligaciones culinarias y que sea abundante porque nunca se sabe cuántas personas se agregarán al ágape, ya que otra circunstancia común es que al conocido foráneo se le ha de invitar a comer en la casa. Estas comidas suelen ser a base de carne, producto que antaño era casi un artículo de lujo en la mayoría de las casas, pero en muchas ocasiones existen platos o productos específicos de cada fiesta, tanto para consumo en público como en privado: los roscos de San Marcos, los hornazos, las ollas, los buñuelos... El ritual caserofestivo se está viendo sustituido por las grandes comidas en común -la paella gigantes, las migas comunitarias, el marrano, las ollas...- donde participan propios y foráneos en una nueva forma de convivencia y de compartir.


En las fiestas de los pueblos mayores hay columpios, casetas de tiro, alguna tómbola y en ninguno falta el baile, que, naturalmente, ha ido también evolucionado desde la música de cuerda de unos cuantos aficionados, las bandas de música hasta el moderno conjunto con su vocalista, su pianillo electrónico y son bafles megasónicos. El caso es danzar, combatir, convivir, agarrarse... Son bailes castos en muchos casos porque son públicos (aunque el pudor va siendo cada vez más escaso) y antaño era muy común, hoy menos pero no ha desaparecido, que bailen unas mujeres con otras con toda naturalidad y sin producir el más mínimo comentario malévolo.
Otros festejos, sencillos, populares y, en la mayoría de los casos tradicionales, se suceden en los varios que duran las fiestas: carreras de cintas, cucañas, concursos, semanas culturales, teatro, etc. A pesar del entorno tan rural no son frecuentes, al menos en la actualidad, los festejos en los que se maltratan animales. Parece ser antaño hubo en algunos sitios decapitación de gallos y algunas barbaridades. Ni siquiera las corridas de toros gozan de gran interés; algunos pueblos instalan durante sus fiestas plazas portátiles para celebrar alguna novillada, solamente Berja y Laujar de Andarax tienen plaza de toros estable. La excepción, Ohanes donde se corren toros ensogados durante la procesión de San Marcos.


Pero el gran elemento ritual de cada fiesta es el fuego. Calor, diversión y devoción en las hogueras (chiscos, en la jerga comarcal) -San Antón, San Vicente, Santa Lucía o la Candelaria-, velas, miles en algunos casos, luz y, color en bengalas y manchos de esparto o fuegos de artificio en todas sus formas: ruedas multicolores, lágrimas de color en el cielo oscuro, terribles explosiones en las tracas, miles de cohetes que surcan el aire hacia lo sobrenatural y cuyo estallido abre el cielo de las noches alpujarreñas.


Las ferias son fiestas con una dimensión comercial. Paralelamente a los festejos lúdicos y religiosos se celebra exposición de objetos del campo, maquinaria y algún ganado, motivo antaño de las ferias que, naturalmente, son en otoño cuando, acabada la época de mayor actividad agrícola, el campesino se deshacía de los animales que no necesitaba o buscaba los que preveía le iban hacer falta. Las hay en Albuñol, Trevélez, Torvizcón, Órgiva, Cádiar y Ugíjar.


En la mayoría de los pueblos, las fiestas las organizan los mayordomos, personas del pueblo, sin ninguna significación social. Designados generalmente por los mayordomos salientes, son encargados de hacer frente a todas las cuestiones de la organización, por que están todo un año trabajando para los actos de esos días tan significativos: buscan dinero mediante rifas, publicidad en el programa de las fiestas, solicitud de subvenciones, petición directa a los vecinos casa por casa, etc. Elaboran el programa, preparan los actos, contratan los conjuntos, la banda de música, el cohetero y todo lo imprescindible para la fiesta, y llegado el momento, se hacen responsables de la ejecución de los actos y de su control sin más ayuda que la de algunos familiares y amigos. Es la organización popular por excelencia, la que emana directamente del pueblo, sin la participación de las autoridades ni en el nombramiento de los responsables de la organización de las fiestas ni directamente en su ejecución. Y también las paga el pueblo, pues, aunque pueden recibir algunas subvenciones municipales o de las diputaciones para actos concretos, la mayoría de los ingresos proceden de la aportación de los vecinos de forma directa: donaciones, o indirecta: participación en sorteos, compra de recuerdos, publicidad en el programa de fiestas... Son, por tanto, autenticas fiestas populares.

6 comentarios:

  1. Poco a poco tradiciones y costumbres sólo son recordadas al leer los libros de historia. En Berja había tradición de torear dos toros, uno comprado por el concejo y el otro por los jóvenes del pueblo. También había un juego muy popular llamado de las cañas.
    Magnífico artículo Juan.

    Un saludo.

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  2. Gracias por la información. Ignoraba esas dos cosas. Curioso lo de los toros... El juego de cañas existió en muchos sitios, ben de forma ocasional, bien en fiestas sistematizadas y, en mi opinión, ese juego no sería ajeno al origen de las funciones de Moros y Cristianos.

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  3. Juan Manuel, cuando leo tus escritos me trasladas a mi pueblo: Benínar. Hay que decir que Benínar siempre fué y es parte de la historia de la Alpujarra. En el anterior escrito tuyo dedicado a la Alpujarra, las fotos me hiciron recorrer las calles de Benínar.

    Un saludo y gracias por tus artículos. Bienvenido a esta Plaza de Benínar.

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  4. ¡las fiestas de las Alpujarras!, ¡eso si q me gusta amí! q de recuerdos de Beninar. Me encanta bailar en esas plazas de los pueblos, éste año concretamente nos fuimos desde Adra hasta Paterna del Rio, solo para bailar y disfrutar del placer de bailar en la plaza del pueblo, ¡son magicas esas noches!.

    Saludos.

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  5. Con qué fotos tan estupendas nos regala Juan Manuel.

    No sólo conoce bien La Alpujarra, sino que la explica muy bien y sabe fotografiarla como nadie.

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  6. Qué pedazo de artículo.
    Muchas gracias Juan.
    Saludos.

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