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martes, 17 de noviembre de 2009

En la antigüedad, Benínar era un bosque de coscojas o encinas, pinos, arrayanes, avellanos y abedules


Sobre los actualmente desolados cerros de Benínar, en los que apenas crece monte bajo y en algunas zonas poco a poco pinos de repoblación, sin ya apenas pájaros, perdices o conejos, en otros tiempos existía un magnífico bosque formado fundamentalmente por coscojas (encinas, chaparros) y pinos, rodeados de artos, arrayanes (mirtos), bojes y otras especies actualmente desaparecidas, como son el avellano o el abedul.


Esto se sabe gracias a estudios palinológicos (polen fósil) y paleoecológicos (ecología de los tiempos prehistóricos) que han llevado a cabo Carrión y colaboradores en 2001 y 2003 en la zona de la Sierra de Gádor y adyacentes. El paisaje era similar al de la fotografía adjunta (tomada en el paraje del Pardo en Madrid que se conserva bastante bien), mientras que el paisaje actual de Benínar es el que se muestra justo más abajo.



Estos investigadores han reconstruido la historia de la vegetación local de la Sierra de Gádor y zonas adyacentes durante el periodo que va desde hace 6850 años hasta hace 1160 años (año 850 después de Cristo aproximadamente). Se han basado en evidencias científicas sostenidas además de por análisis palinológicos (polen fósil), también por análisis de restos carbonosos de incendios forestales antiguos y análisis de carbono 14 para datar exactamente las fechas de los hallazgos.


Estas evidencias han permitido comprender las modificaciones en la vegetación debidas tanto a cambios en la climatología de la zona como a la actividad humana recurrente.
Hace más de 6.000 años, el bosque que predominaba en la zona estaba formado por pinos y árboles de la familia de la encina y el roble (quercus, pero de carácter caducifolio). Desde hace 6.000 a 4.000 años, el pino decae y los quercus caducifolios dominan la zona principalmente. Entre el 4.000 y el 2.000, de nuevo los pinos se hacen mayoritarios, mientras que las especies de quercus son ahora de hoja perenne, como la encina y el alcornoque. Durante los últimos años del Imperio Romano (300 a 400 después de Cristo, hace unos 1700-1600 años), prácticamente el bosque es de pinos. En tiempos más recientes, el pino va siendo suplantado por pastos de gramineas. Casi en tiempos presentes la minería destruyó cualquier clase de árbol con la intención de convertirlo en combustible para extaer el plomo.
Las principales conclusiones del estudio son las que brevemente se van a comentar.

La Sierra de Gádor, y zonas adyacentes, como es el caso de Berja y Benínar, han estado en estos últimos milenios cubiertas de bosque, pero varias de las antiguas especies que en la antigüedad eran abundantes, ahora están completamente extintas como el tejo, el avellano común, el abedul, el aliso común y el mirto o arrayán. Hay otras especies que resultan ahora extremadamente raras, como el madroño, el boj común y el arce granatense. Los registros históricos y toponímicos sugieren que hubo una amplia cobertura de bosque formado por limpiatubos (o árbol del cepillo, o calistemo o callistemon), pinos y robles, pero hace tan solo tres siglos entraron en un proceso de destrucción masiva. Buena parte de la culpa la tiene la industria del plomo que necesitaba gran cantidad de madera para quemar. Las minas de la Sierra de Gádor, Benínar y Turón en 1822 eran líderes mundiales en la producción de plomo. La situación actual desarbolada y constituida por monte bajo se ha modelado por tanto recientemente, y está siendo mitigada en parte en las últimas repoblaciones.


Los resultados obtenidos en el análisis del polen ponen de manifiesto un proceso de desecación y desertización progresivos. La disminución del bosque por vegetación adaptada a la sequedad son producto por tanto y también debido a un cambio climático.

No obstante, la vegetación moderna en la Sierra de Gádor y zonas adyacentes no se puede entender adecuadamente si no es por la acción humana recurrente. En los últimos 2000 años, la acción natural y humana, combinados con el pastoreo excesivo, llevaron a los bosques a un nivel que condujo a la propagación de praderas, matorrales espinosos, comunidades de sabinas y nitrófilas.

Es de destacar que a partir de la época del Bronce Final, que sucede a la Cultura del Argar, hace unos 3.500 años, se incrementó fuertemente el número de incendios forestales, coincidiendo con la extensión de la agricultura. Durante los tres primeros siglos de la invasión romana, los incendios forestales llegaron a ser extremadamente virulentos.

Tras este estudio de Carrión y colaboradores, podemos concluir nosotros que si bien la minería del plomo reciente fue finalmente la que dio la “puntilla” sobre los bosques de la Sierra de Gádor, en particular en Benínar, la construcción del pantano, ha destruido la vega del Río Verde, lo único con vegetación destacable que todavía se mantenía en esta cuenca.

El efecto desastroso de ésta construcción hidrológica se ha amplificado además por la expulsión de los habitantes de Benínar, el consiguiente abandono de los campos no anegados y el empobrecimiento vegetal y zoológico. ¿Dónde están los conejos y las perdices de antaño?¿Por qué ya apenas se oyen cantar los pajarillos, ni siquiera en islas verdes como la Veguilla de Cintas?

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2 comentarios:

  1. La zona de Benínar tiene todos los síntomas de haber entrado en una fase que los especialistas denominan de "colapso".

    Estoy terminando de leer un libro que tiene este mismo título: "Colapso" de Jared Diamond, biogeógrafo, que plantea cuáles son las circunstancias que hacen que sociedades en otro tiempo evolucionaban adecuadamente, terminan por desaparecer. Los expertos hablan de varias factores entre los que se destacan una mala gestión de los recursos, que en el caso de Benínar sería la minería abusiva (Jared Diamond pone en su libro ejemplos similares), que destruye el paisaje y los recursos naturales y finalmente, como remate final, la construcción de un pantano que ha terminado expulsando a sus últimos habitantes.

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  2. Si para nosotros ya era una vergel con su río, su vega, su secano... no puedo ni imaginarme como sería rodeada de bosques. Enfín, un paraiso perdido que aunque solo sea emocionalmente, lo estamos recuperando. Gracias Rafa por tu tiempo y por documentarnos tan bién como lo haces.
    El Llano.

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