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lunes, 31 de agosto de 2009

Leyenda de un pueblo desaparecido; nacimiento de un mito


La lluvia como saetas doradas, hincaban sus puntas de acero templado en el alma del agua embalsada. La Luna antaño clara y oronda, asomaba su cara afligida por el perfil de los montes erizados, para alumbrar con sus argentados haces el paraje desolado que allí quedó . . .

La historia que os voy a narrar no es una entelequia, ni una ilusión -como el tiempo o el espacio-; realmente sucedió hace mucho, mucho..., tanto que mi memoria empañada por nebulosas, blancas como espuma de mar, me impide recordar los pequeños detalles. Sin embargo conservo mi voz para poder expresar esta hermosa y trágica leyenda de amor.

En un lugar de la madre Tierra, cuando ésta carecía de fronteras y el agua corría libre de tributos, existía un Mar de ojos claros y corazón frío que anhelaba desposar a la Sierra de níveos cabellos. Después de mucho rondarla consiguió su propósito, celebrando una boda con gran pompa y boato. Engendraron muchos hijos de ambos sexos: ríos, barrancas, fuentes, ramblas y manantiales.

Pero no es su historia la que os quiero contar sino la de un hijo especial que tuvieron llamado Río Verde de la Sierra cuyo carácter libre y aventurero, le hacía cortejar a todas las mozuelas que por su ribera pasaban dejando una novia en cada orilla del lugar.

Mas hubo una moza, orgullosa y distante, que se le resistía, acrecentando, aún más, el deseo de Río Verde por conseguir atraerla.

Dicha moza vivía en un pequeño valle protegido por montes, peinados de breñas y espinos, donde el Sol veraneaba y la lluvia apenas lo visitaba. Pero la Luna su gran compañera y amiga, casi todas las noches la visitaba con una cohorte de estrellas que iluminaban sus veladas estivales. La moza contaba sus penas y también las alegrías, y sólo el curioso del Viento que en todo se entremetía, escuchaba sus confidencias divulgando los secretos y después por doquier los difundía.

Esta mozuela de origen desconocido, era coqueta y tímida a la vez. Algunos decían que procedía de oriente, pero el sesgo de sus ojos, no lo delataba, porque eran grandes y de profunda mirada, con cejas bien arqueadas. Otros que si africana; sin embargo la duda nunca fue resuelta. Tal vez fue abandonada -igual que Gilgamesh o Moisés- por unos padres que huyeron, dejándola al cuidado de unos servidores que la criaron con cariño y esmero, durante generaciones.

Los servidores en la puesta de largo, la vistieron de blanco jazmín. Cubrieron su cabeza con amplia pamela gris de reflejos brillantes, guarnecida con frutas y pescaditos. De su cara inmaculada prendieron racimos de rojos corales, como heridas de amor, que acentuaban más su crónica melancolía.

Comentaban que la tristeza le venía porque un rey nazarí, llorando la abandonó y en su huída a tierras de la Berbería, dejó en sus labios los suspiros de un adiós. O quizás por la riqueza perdida de sedas y minerales que antaño tuvo el lugar; pero un mala gestión de los servidores fieles, la dejaron pobre y honrada. Por eso, todos los años, celebraban una fiesta para tenerla contenta, y la distraían con música que los trovadores, acompañados de bandurrias, guitarras y violines, recitaban sus poemas y engalanaban su paso con enramadas de naranjas y flores, símbolo de su feminidad. Hasta un año le llevaron la luz que iluminó su pálido rostro. Otro le construyeron un gran puente para evitar que Río Verde la pudiera secuestrar, cuando su cauce cruzara. Hasta un murallón de piedras con argamasa de cal le construyeron para evitar las embestidas que, cíclicamente, el galán intentaba asaltar. Así DESDE EL PUENTE, ella lo miraba y sonreía, a la vez que otros mozos, de pueblos vecinos y lejanos, que por el puente cruzaban para poder cortejarla, haciendo bramar el curso de Río Verde airado por los celos.

Sin embargo esta atención que Río Verde dedicaba a la altiva mozuela, despertaba la envidia de otras mozas vecinas, puesto que, para intentar atraerla, también le recitaba apasionadas poesías:

Espejo sereno y dorado,
seré para reflejar tu tez nacarada,
Amor mío mírate en él,
aunque no me digas nada.


Pero todo en vano, cualquier tentativa de aproximarse a ella era inútil; sólo se dejaba querer porque Río Verde la proveía de alimentos y otros menesteres que ella necesitaba para el sustento diario.

Llegó un día en que desesperado y sin saber lo que hacer, Río Verde acudió a su abuela la madre Tierra, solicitándole ayuda. Ésta que se desvivía por su nieto predilecto se estremeció, con horribles temblores, para intentar, mediante el pánico que los terremotos causaban, convencerla, por ver si cedía;pero la moza terca y valiente, se mantenía firme en sus decisiones. Solicitó ayuda a su padre el Mar de ojos claros y corazón frío, y éste levantó a las nubes para provocar su llanto, y así elevar el nivel de Río Verde tan alto que pudiera alcanzarla y desposarla. Pero un ángel que siempre la protegía y el murallón de piedra con argamasa de cal, evitaron la tragedia. Viendo que por la fuerza era imposible, Río Verde optó por encender el tono de sus poesías, pero sólo consiguió sonrojar a su amada:

Anoche cuando dormía,
soñaba tu soledad.
Me acercaba hasta tu vera,
sólo quería mirar.
De pronto un alazán castaño,
que de la sombra partía,
Como en el mito de Europa,
te raptaba, amada mía,
sólo quería velar.



Ni así conseguía que la moza le aceptara, al contrario, cuanto más empecinado se mostraba Río Verde, ésta seguía más fría y retraída.

Hasta que un año ¡ay dolor!, las vecinas de pueblos lejanos, cegadas de rabia y como arpías en celo, urdieron tenderle una trampa. Para ello, contrataron a mercenarios de otros lugares, y hasta algún servidor traidor a los villanos se unió para convencer a Río Verde de edificar una gran muralla cerrándole la puerta al mar; así éste crecería tanto que treparía el murallón de piedras con argamasa de cal, hasta lograr culminar su deseo libidinoso.

La deshonra fue realizada en el valle protegido, de montes peinados de breñas y espinos... Un águila despliega sus anchas alas negras para cubrir el escenario.

Al cabo de mucho tiempo engendraron muchos hijos Del Agua fueron llamados, puesto que su madre, antes orgullosa y triste mozuela, igual que el ave Fénix, hija del fuego era, mas no pudo resistir la pena de la ignominia que la ahogó lentamente, yaciendo para la eternidad en una tumba sin nombre. . . .

Así que la Luna morada, otrora oronda y clara, amiga de la difunta, rasgada por finas nubes, mirando con desconsuelo, lloraba saetas de lluvia doradas para ver la silueta del depredador tiburón en que Río Verde quedó convertido, sepultando a su comnpañera y amiga por losa de gélida estampa. Maldijo al infame Río, increpándole con la voz quebrada: Yo, Luna errante y enlutada, vago triste maldiciendo la estirpe que despertó tu naturaleza salvaje. Antes a Beninar oía su latir del tiempo, mas ahora ni siquiera llega a mis oídos sus viejas campanas doblar,porque tu obcecada pasión la engulló con rabia ciega. ¡Pena!, si tienes dolor y busque refugio en las grietas de tu abuela Tierra, el cieno verde de tus entrañas. Desvélame a Beninar del Hoyo, Beninar del Olivar, para cubrirla de tierra amarga de sus desamparadas hermanas chicas: Darrical la del Peñón, Lucainena la del Cerrillo y Cherín la del Rincón, su desnudez mancillada que tu vileza ultrajó. Se despertó en ti, Río Verde, tu natural fiereza, antes serpeando por peñascales grises, ahora glauco y preso embalse que no regarás con tu agua los álamos temblones de tu ribera seca. Antes bramabas con fuerza cuando la lluvia caía. Ahora silencioso y yerto, como un mar muerto, "los chivos y los jabalíes, las perdices y las torcaces beberán tu agua infame para purgarse el estómago como penitentes leales".


FIN


Dedicado a todos los infantes, HIJOS Y NIETOS DEL AGUA, para que sepan que hubo un tiempo y un lugar donde el canto del gallo despertaba a la gente y la luz del alba iluminaba su camino guiado por las estrellas. Las labores se hacían sin prisas y el pueblo se recogía al anochecer con el tintineo de los escabeles de las cabras y el aroma a hierba cortada que las bestias transportaban en sus lomos aparejados, bendiciendo las casas del pueblo con el cadencioso andar de su paso ebrio, por las herraduras gastadas.


Pedro Sánchez

3 comentarios:

  1. Jolines, valla escrito, todo un un escritor.
    Que gente mas inteligente hay en Benínar.
    Estoy orgullosa de todos vosotros-as.

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  2. Sublime.

    Pedro, desde Plaza de Benínar, y si así lo deseas, haremos lo posible para que tus escritos los veas en un libro.

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  3. Buenisima poesia creo que debes escribir con mas frecuencia es precioso lo que relatas y muy bien contado "BRAVO" y animo para que podamos seguir saboreando en nuestros oidos estos versos maravillosos

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