
Los hijos de los que encenachaban en los años cincuenta y sesenta, en el año 2009 pretenden colgar nidos construidos con madera de reciclaje y con currucas de alcornoque, - con palillos encontrados como lo hacen las aves, - para que aniden los pájaros.
Aquellos pájaros que se recuerdan, que están en la memoria de todos los benineros, que formaban un espacio único, - al menos para nosotros, - como fue el pueblo, de Beninar.
Se quiere restaurar un cuadro roto por el que “pasaron las máquinas del progreso”.
Lo que antaño estaba lleno de vida, de agua y de luz, que está en la memoria de “los artistas de dicho cuadro, transmitido de generación en generación”, quieren ponerse mano a la obra para su restauración
Por el paisaje que pasaron por encima de él “las máquinas del progreso” y lo destrozaron, los benineros que tienen ahora la fuerza piensan:No importa. Queremos que nuestro cuadro vuelva otra vez a llenarse de vida. A llenarse de nidos.
Lo que pretende ésta generación es reconstruir puesto que se ha perdido mucho tiempo en identificar “a los galgos de los podencos”.
Como les ocurría a los pájaros que llegaban a Beninar para la procreación y encontraban en La Joya, en Las Majaillas o en El Rincón, y tantos otros pagos del pueblo.
- El sitio idóneo.
- El mejor.
- El lugar escogido para dar vida a nuestros descendientes.
Fueron donde empezaron los primeros atropellos en Beninar.
Lo primero que asustaron las máquinas fueron los pájaros y se marcharon.Viendo que la gente del pueblo no se marchaba, utilizaron otra estragia:
Los barros, para que las piedras llegasen hasta los terraos.
!Que se asusten los benineros! !Que sientan terror!.
Acertaron.
Comenzaron a marcharse sus habitantes.
Es por ello por lo que los descendientes de Beninar quieren volver a empezar a retocar del cuadro lo que primero rompieron:
Su entorno.
Las máquinas fueron programadas para que empezaran a destruir lo que todos los benineros se saben de memoria de todos los versos de los MOROS Y CRISTIANOS:
Beninar la bien guarnida,
en los brazos de la aurora,
entre priscos y olivares de roca.
Adornada y adormida,
como una princesa mora,
oyendo el canto del río,
y el canto de las alondras.
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