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sábado, 17 de enero de 2009

Bien pelao y limpio


Nuestras madres nos querían bien "pelaos" y "arreglaos". Decían que aunque la ropa estuviera remendada, lo importante es que fuéramos limpios.

Llevábamos unos pantalones cortos sujetos con un peto y otras veces con los tirantes o la correilla. Las sandalias eran de goma o de material y los calcetines blancos (los días de fiesta). En la parte de arriba se usaba un jersey o una camisa abrochada hasta el último botón del cuello, con un chaleco de lana hecho por la abuela o un nike, de aquellos que se cargaban de electricidad y echaban chispas al quitárselo.

Muchas veces nos pelaban al cero, como en la foto que tenemos todos de la escuela, esa que aparece el libro abierto sobre el pupitre y el mapa en la pared de detrás; pero también nos hacían una melenilla corta, con un flequillo, que no sé si era la culpable de que nos destacaran tanto las orejas.

Para pelarnos se iba a la barbería. Recuerdo la de Antonio el de Soledad, situada en la Placetilla frente al Estaco. La tenía en una habitación a la izquierda nada más entrar. Había un espejo y una cómoda debajo. Sobre la misma estaban dos navajas barberas entreabiertas, el afilanavajas (un objeto con base y mango de madera y un cuero grueso, ennegrecido y gastado por el uso, curvado y sujeto en sus extremos a la madera con elementos metálicos). Al lado estaban los estuches de cartón de las navajas muy antiguos y como desconchados, que por las aristas y en gran parte de su superficie habían perdido su pintura negra originaria.

Con una brocha, de mango de madera y pelo de caballo, mojaba en un pequeño recipiente con agua y luego frotaba en un jabón redondo blanco, cilíndrico y como forrado de papel, del que sacaba la espuma para afeitar a sus clientes, que siempre acudían con barba de medio mes porque la vida social no exigía en aquella época una frecuencia mayor.

Aquella barbería olía a espuma de afeitar y a polvos de talco. A los niños nos sentaba en el sillón de madera, con un pequeño cajón que ponía sobre el asiento para alzarnos y pelarnos con más comodidad. La maquinilla no era eléctrica sino que se accionaba moviéndola con dos dedos de la mano derecha. A pesar de su manejo manual, la metía por la parte delantera y como un cortacésped pronto aparecía por el morrillo y nos pelaba al cero en un santiamén.

Apenas nos gustaba pelarnos porque se metían los pelos por todos lados y picaban mucho. Un día, cuando se disponía a pelarme y me había puesto ese paño atado al cuello que nos tapaba para no llenar la ropa, le comenté mirándome al espejo que a mí no me faltaría nunca el pelo, porque tenía un remolino con una fuerza imponente en la frente y los pelos de la cabeza se juntaban casi con los de las cejas. Él rápidamente me comentó que había visto muchas personas con más pelo y que después se habían quedado calvos. Por eso ahora me acuerdo mucho de estas palabras de Antonio, prácticamente cada vez que me miro al espejo.

Al final nos echaba polvos de talco por el pescuezo y nos íbamos con ese olor característico. Antonio era muy buena persona y estuvo casado con Soledad la hija de Doña Rosa, de quien enviudó.

Cuando puso la barbería mi tío Ramón, en su casa de la esquina de la Plaza, junto a las escalerillas, yo pasé a ser su cliente suyo. Tenía para sentarnos un sillón de madera que a mi me parecía muy artístico, porque estaba echo de la misma forma que las sillas de baqueta pero con unos adornos para poner los brazos y era mucho más cómodo. Recuerdo que era muy ameno mi tío Ramón, pasaba todo el tiempo contándome muchas cosas y lo pasaba muy bien pelándome. A mi me costaba hablar y él me hacía preguntas una y otra vez.

Después, en nuestra época de estudiantes se puso de moda llevar el pelo largo y no nos gustaba pelarnos en Benínar y que nos metieran la maquinilla. Procurábamos pasar por la peluquería antes de ir de vacaciones al pueblo y luego aguantábamos como podíamos hasta volver de nuevo a la capital, porque la gente mayor se metía con nosotros y sometían a nuestros padre a una presión terrible para que nos cortáramos la melena. Era cuando se llevaban los pantalones de campana y las camisas floreadas de colores chillones. También se veían las primeras mujeres fumando y con pantalones. En Benínar ambas cosas les llamaba mucho la atención y decían que iban vestidas de machos. Me acuerdo de oír el comentario sobre una joven que había pasado por la carretera, de paquete en una moto, “jumando, con calzones y montá en una amoto espatarrá”.

Las niñas de Benínar comúnmente llevaban el pelo largo recogido en una o dos trenzas. Usaban un vestido de cuerpo entero, o de dos piezas con la falda pliegues en forma de tabla. De calzado llevaban zapatos planos o sandalias. Algunas también babuchas.

Cuando crecían y se cansaban de la trenza, se la cortaban y se hacían una melena. La trenza cortada se vendía, que la compraban para hacer pelucas, o se guardaba de recuerdo envuelta en un papel fino.

En Benínar no recuerdo ninguna peluquería de señoras. Las mujeres se cortaban el pelo unas a otras, pero cuando llegaban las fiestas o tenían boda a la vista iban a la peluquería a Berja. Recuerdo que entonces estaba de moda la permanente o un peinado que hacía la cabeza muy redonda impregnado de laca fuerte. Durante días, tratando de que le durara lo más posible, dormían de las maneras más ingeniosas, boca bajo abrazadas a la almohada y con la cabeza tiesa sin tocar la cama, o con la cabeza en el aire estirando el cuello fuera de la cama para que no se les aplastara el peinado. Esto hacía que no descansasen y les producía dolores de articulaciones.

Las mujeres mayores se recogían el pelo en un moño por detrás y se tapaban la cabeza con el pañuelo rodete.

En la foto, niño de Benínar pelado y arreglado.
En la otra foto, Antonio y Ramón barberos de Benínar



Manuel Maldonado

5 comentarios:

  1. Yo creo que si que los pelaos esos q os hacian tan rapaos hacian q destacaran mas las orejas,ja ja ja.

    Tambien me acuerdo de los pantalones en las chicas,yo tuve los primeros a los 14 o 15 años y recuerdo q cuando fuí al pueblo ninguna niña los llevaba y tube q oir muchos comentarios; q donde iba con los carzones? q si parecia un macho q las niñas no lleban pantalones etc etc....ahora ya es una prenda imprescindible en cualquier guardarropa de las sras. ademas q se va comodisima con ellos.

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  2. Al chaval de la fotografía no hay quien le conozca, está difuminada o algo por el estilo, pero por su tipillo y orejillas se puede deducir de quien se trata, ja, ja, y ja; muy logrado.

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  3. Ademas de los dos barberos que comentais que había en Beninar,yo quiero recodar de otro que se llamaba Joseico el de Federo,almenos tengo constancia de que por lo menos afeítaba algunos hombres del pueblo,que no se dedicaba profesionalmente ala barberia,como por ejemplo Antonio que si de dedicaba

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  4. Pues si la foto aunque haya sido retocada con fhotosnap,se conoce perfectamente de que beninerillo se trata.JAJAJAJAJAJA!!!!!!!!

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  5. El barbero más antiguo de Benínar vivía en la calle Real, en frente de la posada de Agustín y creo que se llamaba Pepe.

    Después, a parte de Antonio el de Soledad y Ramón, es cierto que Joseico el de Federo se dedicó algo a esta profesión, cuando vivía en la casa del Barrio Hondillo donde después vivió Manzanete.

    También Pepe el Rizo se dedicó, aunque poco.

    La mayoría de ellos era como actividad complementaria.

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