UNA ERMITA QUE QUEDO BAJO EL AGUA
A las “Animas Benditas.”
No se le cierra la puerta
Yo les digo que perdonen
Y ellas se van tan contentas.
Situada a las afueras del pueblo, ocho metros cuadrados, arrieros,
caminantes, gentes de otros pueblos cercanos miraron por sus rejillas para verlas.
La curva de la Ermita, por la puerta de la Ermita, al pasar la ramblilla, en el camino del río, eran
las palabras más comunes en el pueblo para situarse en ella.
Dentro se encontraban ellas, a las que todo el arriero, toda
criatura que pasaba, se santiguaba al pasar por su puerta. Todos pedían algo,
el arriero suerte en el camino, el andante suerte en el andar, salud y
prosperidad para la familia.
Los más generosos por su rejilla dejaban su perra gorda,
aquellas perras gordas que servían para comprar y poner mariposas encendidas.
Un día, el progreso cambió su destino, el agua subió y
subió, ellas fueron apuestas en otro
lugar. Ahora están cerca de los que se fueron, de aquellos que dicen que
volverán.
Allí los que las visitamos en vez en cuando, pedimos por
todos, salud y prosperidad es lo principal.
La Ermita es algo de nuestra historia, aquella Ermitas ha
visto, ha sentido y parpado el rumor de las gentes, han visto crecer muchas
generaciones, nuestros bisabuelos, abuelos, padres hermanos, hijos y nietos.
Cuidada desde que recuerdo siempre por la tía Frasquita, la
que vivía en la Plaza; si ella todas las tardes les encendían las mariposas,
barría, y limpiaba su aposento.
¿Recuerdas las Animas Benditas? Visítalas, pídele por todos
los que se fueron, por todos los que estamos, por todos los que vendran.
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