CUARTERÓN
Uno de los abuelillos que apareció reciente en una foto, por determinadas circunstancias, lo relaciono con estos últimos días del año.
La relación está fundada con la promesa “que nos hacemos” para dejar de fumar por estas fechas.
Lo recuerdo sentado en una silla de enea, a la entrada de su casa, y junto a él, una espuerta de esparto, donde terminaba de colocar las hojas de parra, las de higuera y una mata especial, - que no recuerdo el nombre, - que pedía que le trajesen del secano, ya que el pobre no se arriesgaba ya a salir fuera del pueblo, puesto que los años no perdonan. Con dichas hojas y plantas, estaba dando los últimos retoques, para almacenar su cosecha de “tabaco” que le duraría más de medio año, puesto que en el verano lo que solía fumar eran hojas de tomate.
Nuestro paisano, decía que no se fiaba de los cuarterones que se compraba en el estanco, puesto que sospechaba que algún mejunje, deberían añadir, puesto que en el pueblo los había y muchos enganchados a lo que mi tía Loretico, vendía en su establecimiento.
Nuestro paisano, solo compraba en el estanco, libritos para liarse su preparado. El vicio de fumar para nuestro paisano solo ascendía, - me refiero al presupuesto anual, - los na y menos dos o tres libritos que podía gastar a lo largo del año.
Un mechero, llamado “jode vientos”, una petaca y un paquete de libritos, los tenía colocados en el tranco y estaba esperando, los últimos rayos de sol, que secasen lo que estaba tendido en la espuerta de esparto.
Aquello sí que eran, sabores y aromas, que de forma ceremonial, nuestro paisano, ya sentado al calor de la chimenea, se distraía, con las figuras caprichosas del humo de su liado aromático.
Me gustaría tener en mi poder, haber heredado, un “jode vientos”, una petaca y una piedra de pedernal con un trozo de herradura, para prender la mecha y no tener el mono, de llevar en el bolsillo, piedras de mechero con bombona de gas incorporada y un paquete de cigarrillos.
Si tuviese la alternativa de Frasquito el de La Posá, seguro que no firmaría otro nuevo contrato de suministro por otro año más con la cadena de suministro que regentaba en Beninar mi tía Loretico.
De profesión arbañil, y fumador sin tregua, su lado izquierdo del labio, constantemente aguantaba el cigarro uno tras otro, mientras las manos en el yeso, el cigarro no se movia hasta sentir el calor del fuego, para con aquel encender el siguiente. (Ponerlo en la historia)
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